No sé por qué cayó en mis manos hace unos días un artículo de Tony Judt en la New York Times Review of Books (aquí), publicado en 2008. Su título es: «¿Qué hemos aprendido, si hemos aprendido algo?». Se refiere al tema de la tortura en las democracias, y lo relaciona con la pérdida de sentido de la guerra en Estados Unidos. Pero no me interesa aquí ese contenido concreto, aunque es muy interesante, sino más bien lo que promete el título del artículo: ¿qué hemos aprendido de la historia? Probablemente poco. «En Occidente, dice Judt, hemos hecho grandes esfuerzos por prescindir cuanto antes del bagaje económico, intelectual e institucional del siglo veinte, y hemos animado a otros a hacer otro tanto». Por eso, dice Judt, no somos capaces de entender el contexto de nuestros dilemas actuales; no queremos escuchar a las mentes preclaras del pasado, y nos esforzamos más en olvidar que en recordar, en proclamar la novedad de todo y en negar la continuidad. Hemos hecho del siglo veinte un siglo de monumentos o memoriales: Munich, Pearl Harbor, Auschwitz, el Gulag, Armenia, Bosnia, Ruanda… Todo eso queda atrás; no nos debe preocupar, no nos debe quitar el tiempo: lo importante es seguir adelante. De este modo, dice, en nuestras aulas no se estudia el pasado, sino que se lleva a los niños a visitar los museos. Y lo que les queda es un conjunto de recuerdos aislados, sin sentido, sin unidad. No compartimos el pasado: el tuyo no es el mío. El pasado nos separa: «tu» guerra civil 1936-1939 no es la «mía». El pasado no explica el presente, es el presente el que explica el pasado: la guerra civil fue lo que ahora yo quiero que sea, o lo que quieres tú, no lo que pasó o lo que vieron los que estaban allí. Y esto, dice Judt, «tiene implicaciones perturbadoras para el futuro de los gobiernos democráticos«.
Manipular el pasado es una tentación, política a ideológicamente atractiva, pero peligrosa, porque, como he dicho antes, nos deja sin contexto, nos aisla unos de otros, nos deja sin soluciones a problemas que definimos mal, porque nos olvidamos de sus raíces. No puede existir una sola versión del pasado, porque cada persona, cada grupo y cada país lo vivió a su manera. Por ejemplo, Judt se extiende sobre lo que la guerra singifica para Europa (pero no para Estados Unidos): invasión, ocupación, desplazamiento, hambre, destrucción, asesinatos en masa… Incluso los países vencedores fueron grandes perdedores. La guerra trajo la degradación y la corrosión de las leyes y las normas de la sociedad civil. «Las mismas estructuras de la vida civilizada -regulaciones, leyes, maestros, policías, jueces- desparecieron, o tomaron un significado siniestro. La reciprocidad y la confianza con los vecinos, los colegas, la comunidad o los líderes, desapareció». Y sigue. Todo esto es el horror, pero si no lo entendemos no podemos entender lo que hicieron y desearon nuestros abuelos y nuestros padres. Ahora tenemos prisa por quitarnos aquel recuerdo de la memoria, pero esto significa que renunciamos a entendernos a nosotros mismos. Y si, como ya he dicho, no hay una sola interpretación del pasado, solo nos queda el diálogo, el estudio, la aceptación de los puntos de vista diferentes. Lo políticamente correcto no puede ser la solución a esta desmemoria.
Brillante y como siempre despertando la inquietud intelectual dando en el meollo de la cuestión. Olvidar el pasado forma parte de la estrategia de muchos partidos políticos que quieren manipular y controlar a la gran parte de la población que encuentra mucho más cómodo olvidar que leer e informarse. Esto pasa con los adultos, pero también con los niños…la mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo…lo que algunos quieren meter vía intravenosa en el sistema educativo les está ya rentando. El reto es grande y hacen falta más foros y voces intelectuales que sea capaces a explicar, reflexionar, contrarrestar esta desmemoria que se nos quiere hacer tragar desde muchos ámbitos de la vida moderna.
Este post, profesor; es un verdadero y gran elogio al análisis de las contra-relaciones. No quiere decir que no exista correlaciones, sino que si el tiempo co-relaciona, los otros recursos se contra-relacionan y viceversa. Estos conceptos fueron los que contra-relacionaron los siglos antes del XX con los que vendrán después de nosotros. Vale recordarlo. Gracias
Cuánta verdad! Por eso observamos que muchos gobiernos vuelven a hacer los mismos errores del pasado. Errores inútiles, puesto que las lecciones que brindan ya deberían haberse aprendido. Bien dijo el filósofo y escritor español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás: «Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo.»