Esta es una pregunta que nos viene preocupando a los españoles desde hace tiempo: ¿podemos vivir sin gobierno? Sí, claro: llevamos ya más de ocho meses, y no nos ha ido mal. Parece que las consecuencias son insignificantes: el producto interior bruto sigue creciendo, se crea empleo, nos vamos de vacaciones y volvemos, seguimos consumiendo… Como decía la canción, la vida sigue igual.
De acuerdo. Pero hay cosas que nos preocupan, a pesar de todo. En el corto plazo, la incertidumbre. Siempre la hay, pero en nuestro caso tiene que ver con el color del gobierno, o sea, cuál será su sesgo político. Y esto tiene importancia, primero para las inversiones privadas, y segundo para las estrategias de las empresas.
En el corto plazo, algunas decisiones del sector público estatal se ven afectadas. No cuando se trata de temas especializados (sospecho que los inspectores de Hacienda siguen trabajando febrilmente), o locales, o regionales, o de rutina, pero sí cuando afectan a decisiones más importantes. Desde que se convocaron las elecciones, las decisiones de infraestructuras y contratos públicos se han resentido. Esto tiene que ver con las caracterìsticas de nuestra administración pública: a niveles altos, el peso político es muy importante, a diferencias de otros países en los que los de primer nivel por debajo del Ministro ya son funcionarios de carrera (aquí también lo son, pero están ahí por encargo político).
Está luego el problema de la ejemplaridad; no que nuestros políticos se hayan caracterizado por sus comportamientos siempre ejemplares, pero ahora están dando una impresión muy pobre (a la que contribuyen también los medios de comunicación). El peligro de esta falta de ejemplaridad es que se acentúe la desconexión de los ciudadanos con sus gobernantes, lo que nos puede llevar a más populismo, más ambiente de contestación, más quejas… Y, a la larga, a un deterioro de la democracia (ya bastante herida) y las instituciones (gobierno, parlamento, jueces…).
Me parece que la economía española puede seguir funcionando durante bastante tiempo, a pesar de todo esto, si continúan las exportaciones y el turismo, el petróleo barato, los tipos de interés bajos, la abundancia de liquidez, etc. Pero, ya lo hemos comentado otras veces, nuestro modelo productivo dista mucho de ser el más adecuado. Esto significa que nuestro crecimiento potencial es limitado, y no bastará para resolver los grandes problemas: la creación de empleo, la productividad y los salarios, el déficit público, la innovación… Sí, necesitamos un gobierno. Pero no uno cualquiera, sino uno que entienda cuáles son nuestros problemas, y se proponga arreglarlos.