Se está hablando bastante de la crisis de la globalización, referida a la falta de aceptación que ese fenómeno de interrelación entre países, empresas y personas de todos los sectores y actividades, está levantando en muchos países. No voy a entrar aquí en una valoración de este problema, pero sí quiero hacer alguna consideración al respecto.
Leí hace muchos años «I pencil», «Yo, lápiz», un famoso artículo de Leonard Reed en The Freeman, en diciembre de 1958, y me encantó (y si ya he contado esta historia, lo que es bastante probable, pido perdón al lector). Es la historia de su vida y sus antepasados, contada por un sencillo lápiz al autor del artículo. Deliciosa. Cuenta la historia de la madera, los árboles, las hachas, los camiones que transportaban la madera, el grafito, las minas, la pintura, la goma… La vida de miles de personas que han participado, de manera anónima, en algo tan sencillo como fabricar un lápiz y ponerlo a nuestra disposición en una papelería próxima. Aconsejable para todos, pero sobre todo para los niños, para que hagan el esfuerzo de pensar cuánta gente ha contribuido, desde lugares a menudo muy distantes, a hacerles la vida agradable. En Economía también usamos a veces el ejemplo de la botella de leche que nos encontramos (o mejor, se encuentran los americanos) cada mañana en la puerta de su caso. Un canto al libre mercado, a la ausencia de regulación y control, al espíritu de servicio. Y a la globalización.
Bueno, está claro que una parte del problema del desprecio de la globalización radica en que no somos conscientes de cuánto debemos a cuántos héroes anónimos. Que se llevan sus salarios y sus beneficios, claro, pero que, sin ellos, nuestra vida sería menos agradable, o incluso inviable. A menudo nos escudamos detrás de las empresas, como si fuesen ellas las grandes beneficiadas de la globalización, sin pensar que ahí están también los ahorros de muchas personas, el trabajo de millones de obreros y empleados, las ideas de muchos pesnadores… Los economistas solemos contar las virtudes del libre comercio, pero en términos demasiado generales. Hay que insistir, claro, entre otras cosas para que los ciudadanos nos demos cuenta de que, cuando no dejamos que las mercancías circulen libremente de un país a otro, estamos tirando piedras a nuestro propio tejado: muchas cosas serían más caras, o de peor calidad. Y que estamos condenando al paro a algunas personas, que tienen muchas menos posibilidades en la vida que las que damos a los de nuestro entorno. Claro que algunos se benefician de ese libre comercio, pero los demás también.
Y aquí me gustaría añadir algo, que, en los años recientes, a raíz de la crisis económica, ha ido tomando cuerpo: hemos de ser conscientes de quiénes son los ganadores y quiénes son los perdedores de la globalización. Claro que el producto interior bruto de un país aumenta cuando hay libre comercio (con algunas excepciones, claro), pero ese aumento no se reparte entre todos. O sea, todos ganamos al tener coches más baratos o mejores ordenadores, pero no olvidemos que algunos no podrán cenar esta noche, porque no tienen un puesto de trabajo. Quizás porque son vagos. O porque se empeñan en que alguien les dé gratis lo que necesitan. Pero también pueden ser personas que no tienen las capacidades para hacer otras cosas, cambiar de sector o trasladarse a otro lugar. Me alegra ver que, en los comentarios recientes de algunos economistas sobre el grave error de introducir proteccionismo en nuestro comercio internacional, también aparece la necesidad de un estado del bienestar que proteja a los que no tienen medios para defenderse.
Estimado Antonio:
Me parece muy interesante su articulo, cuanto mas globalizadas estén las empresas mejor para el consumidor, ¿pero y el trabajador? Muchas empresas para competir con los precios de la competencia tienen que abaratar costes y lo hacen bajando el sueldo de los empleados. Ayer vi un reportaje en el que pagaban 20€ por estar recogiendo naranjas durante 6 horas, los llamados jornaleros de bajo coste. Hay gente que no tiene ni para comer y aceptan trabajar por 20€ la hora, esta es la razón de la delincuencia de hoy en día, de secuestros que se están dando en nuestro país, y muchas otras cosas. Si se hiciera todo legal y respetando los derechos de los trabajadores otro gallo cantaría.
Suelo leer la gran mayoría de sus posts, pero no tengo la costumbre de comentarlos. En este voy a hacer una excepción, porque considero que al final del texto se ha olvidado de algo muy importante.
Se ha olvidado de que hay empresas, que en un contexto de crisis reducen los salarios de los trabajadores para augmentar la productividad y mantener, o incluso augmentar sus beneficios del año anterior, empobreciendo a sus trabajadores, que al no tener opciones de cambiar de trabajo por un alto % de paro, tragan con unos sueldos que no les permiten vivir con dignidad, o con hacer horas extras que luego no les pagan.
Hay gente que no tiene que comer porque es vaga o caradura, otros porque no tienen suficientes cualidades para competir en un mercado laboral saturado, pero se ha olvidado de que existen otras personas que no pueden vivir con dignidad por la irresponsabilidad de las empresas que pagan sueldos de miseria y se aprovechan de la coyuntura económica para reducir gastos.
La globalización me hace pensar (sin duda por defecto profesional) en el armónico y casi perfecto funcionamiento del cuerpo humano, complejisimo sistema que funciona muy bien cuando se alcanza la homeostasis (equilibrio) y que enferma cuando alguno de los sistemas que lo integran se satura o disminuye. El primer efecto del resto del sistema sistema es modificar su funcionamiento para intentar compensar el desajuste. Bueno quiero pensar que la globalización es algo parecido que debería de funcionar como un sistema de sistemas preparados para compensarse unos a otros Cuando alguno falla. Lo bueno de la globalización es que solo tiene futuro si esta compensación se produce y estoy segura que al final así será aunque todavía estamos en pañales, con el tiempo será así pues es la única forma en la que el sistema sobrevive. De acuerdo pues en que antes o después se generarán sistemas para compensar los fallos (paro, desamparo) del sistema global.
Gracias, Esperanza, me encanta tu comentario; tendré que pensar sobre él.
No hay nada que hacer profesor. La sincronía (concepto poliano, por si acaso, algunos creen que es mío) estuvo, se articula (en el abstracto) y estará siempre en la perspectiva económica. Sólo falta darse cuenta de su utilidad numérica para efectos numerarios.
Pienso que otro fenómeno muy directamente relacionado con la globalización, (y este ha llegado a ser multisectorial, y generalizado), es el aumento en el grado de concentración de los mercados. La disminución en la competencia y la pérdida en la eficiencia en la asignación de recursos son algunas consecuencias principales de este proceso, que se extiende a diversos ámbitos de la empresa (como la distribución de los salarios, o la estabilidad de las plantillas, por ejemplo).