Accidente en no sé qué carretera: un autobús ha volcado y hay algunos heridos. El gobierno autonómico ha enviado un autocar de psicólogos para que atiendan a los traumatizados pasajeros. No tengo nada contra los psicólogos, por cuyo trabajo siento un gran respeto. Lo que me preocupa es la actitud del político de turno: la gente se siente desgraciada, hay que ayudarle a ser feliz. Y lo mismo ocurre en las empresas, preocupadas por el estado mental de sus empleados. Y en los medios de comunicación, y en los centros educativos…
Bueno, con criterios utilitaristas esto tiene sentido. Nuestra sociedad nos ofrece generosamente bienes para disfrutar (si tenemos los medios para conseguirlos), pero nuestras aspiraciones sociales y políticas son cada vez más estrechas. Renunciamos al control de nuestras vidas para que nos dejen gozar de la parte privada de las mismas. Puesto de trabajo, salario, pensión, vivienda, salud, educación… todo esto lo hemos delegado a entes abstractos, a cambio de una vida privada muy limitada, donde nuestra intimidad está cada vez más en peligro.
Y los políticos y los expertos, claro, han entrado por la puerta de nuestra vulnerabilidad, de nuestras insatisfacciones, para ayudarnos a ser felices porque, como dice un experto, muchas personas «no poseen el equipamiento mental necesario para ser racional a la hora de escoger». O sea, somos enfermos mentales, aunque no lo sabemos. Y alguien debe venir a ayudarnos. Claro que esto es lo que se suele llamar una profecía que se autocumple.
Leí hace tiempo el caso de la máquina de la felicidad. Supongamos que le ofrecen a usted la posibilidad de entrar en una máquina que le proporcionará todas las satisfacciones de la vida que usted desee, las que tenía antes y las que se le ocurran en el futuro. Magnífico, ¿no? ¿Aceptaría usted? ¿Se da cuenta de que usted no haría nada, solo disfrutar de sensaciones, que todo sería artificial, y que no se podría desconectar nunca, porque inmediatamente empezaría a ser desgraciado? El ser humano es algo más que un demandante de satisfacciones. La felicidad no se puede conseguir fuera, la hemos de encontrar desde dentro, probablemente en las relaciones con los demás. Es sobradamente conocido que el que busca la felicidad no la encuentra, mientras que el que busca otras cosas acaba encontrándola muchas veces.
Estimados, consideró muy importante la visión crítica y el debate, tanto de complejos supuestos teóricos, como así también, sobre lo «políticamente correcto», pero en este caso entiendo que la conclusión del artículo carece de rigurosidad por qué parte de una hipótesis absolutamente subjetiva. A pesar que el tema invita a profundizar con largas y extensas teorías, voy a intentar sintetizar mi crítica sin extenderme: El Objetivo de la psicología no es conseguir la felicidad, como así tampoco, ninguna disciplina de estudio es herramienta exclusiva de un gobierno. La psiquis no puede reducirse a la felicidad, ni una disciplina puede reducirse hasta equipar con una simple herramienta política.
Sin mas, los saludo muy cordialmente!
Estoy de acuerdo en el dolor y el sacrificio tienen mal cartel. Parece que tenemos la obligación de ser felices y que no debemos de sufrir. El tema de evitar sufrir hace que surjan algunos que ofrecen un ¡pare de sufrir! como si en eso estuviera la felicidad. Creo que la felicidad más que un destino concreto es una forma de recorrer el camino.
Lo siento mucho profesor, me ciño sólo a su primer párrafo, pero esta vez me ha dejado bastante desconcertado. ¿Dónde está la falta de ética o lo que sea en que un «político de turno» envíe psicólogos a un lugar donde ha habido un accidente?, ¿Es que los accidentados, familiares y las personas que acuden en su ayuda, no necesitan una atención psicológica de urgencia? Naturalmente la gente se siente desgraciada, y, hombre, en esos momentos más que necesitar ser feliz lo que necesita es un poco de ayuda para tratar de sobreponerse a la desgracia y sufrimiento y no creo que haya ninguna intención de manipulación por parte de ese político de turno en enviar todo tipo de ayuda, incluidos los psicólogos. (¿se nota que soy del gremio?)
Disculpe de nuevo pero lo más seguro es que no he entendido ni por aproximación lo que realmente Vd. quiere decir en su escrito.
Saludos.
No estoy contra los psicólogos, Jordi, sino contra la actitud de los gobiernos de «hacernos felices», a costa de nuestra iniciativa y de nuestra libertad.