Un artículo que se titula «La vana ilusión de las capacidades» tenía que llamarme la atención necesariamente; el lector ya conoce mi interés por los temas relacionados con la educación, la formación y el trabajo. Esa es mi traducción del título de un breve artículo de Adair Turner, publicado en Project Syndicate hace poco más de un mes (aquí, en inglés). Viene a decir que necesitamos que los trabajadores tengan conocimientos básicos (leer y escribir, por ejemplo), pero llama la atención, dice, «qué poca gente con altas capacidades hace falta en áreas centrales de la actividad económica». El progreso tecnológico es muy rápido, por ejemplo en las tecnologías de la información, y una vez hecha una pieza de software, se puede copiar cuantas veces queremos con costes mínimos, de modo que no necesitamos miles de expertos para que la tencología se expanda y los costes se reduzcan.
Pero vemos que la gente se esfuerza por tener más cualificaciones. Esto, claro, puede ser rentable para ellos: un abogado de primera clase puede poner en marcha docenas de pleitos con jugosos beneficios para él (y para sus clientes), pero esto será pronto un juego de suma cero. Y algo parecido ocurre, por ejemplo, en la innovación financiera.
«Más personas recibiendo educación más alta no significa que sus elevadas capacidades den lugar a un crecimiento de la productividad. El crecimiento de los costes de la universidad (…) puede no implicar que esas cualificaciones sean necesarias en trabajos específicos. Más bien, puede ser que los futuros aspirantes a esos empleos solo quieran gastar más dinero para dar la señal de que tienen capacidades de alto valor«. Y las universidades pueden encontrar en una competencia a muerte, en la que sus costes se disparan para atraer a esos estudiantes. Del mismo modo, aumentar la cualificación de los que están en el extremo inferior del mercado no garantiza que sus ingresos vayan a aumentar proporcionalmente, si no cambian de empleo y quizás también de ocupación y de sector.
Turner acaba recordando que la educación es no solo un factor de la producción, sino también un bien de consumo, y que un nivel superior de educación puede tener efectos muy importantes para la persona y para la sociedad, aunque no se traduzca en productividades crecientes y en más ingresos personales. Yo he querido traer aquí sus ideas, porque me parece que nuestra teoría del capital humano en el mercado de trabajo necesita una reflexión, empezando por los políticos, siguiendo por las instituciones educativas, continuando con los estudiantes y acabando con las familias y la sociedad toda. Porque tener más nivel académico no significa ser más productivo ni ganar más.
Profesor, recuerdo con cariño al Profesor Polo cuando hablaba de «la fe del carbonero». Como él decía y yo me apunto, hay más «sabor» que otra cosa en querer saber más de lo que a uno le sirve y solo por saberlo; no tiene nada que ver con utilidades o beneficios cualitativos que ya son muy nobles, pero no es eso. Tiene que ver con ser más persona uno mismo. Gracias por recordarlo.