Perdone el lector si vuelvo a los problemas del mercado de trabajo, especialmente en España, pero son suficientemente importantes como para dedicarles atención, ya que hace falta mucho debate, claridad de ideas y aclaración de temas importantes, aunque las emociones y los planteamientos políticos dificultan un análisis serio.
¿Hay que aumentar el salario mínimo establecido por ley? En España ha sido tradicionalmente bajo, aunque en 2017 ha experimentado un aumento del 8%, con la promesa de nuevos aumentos en los próximos años. A propósito de esto se ha planteado un debate que, como ya he dicho, dista mucho de arrojar luz sobre los problemas que nos ocupan. Aquí van algunos comentarios, nada originales, por supuesto.
El salario mínimo no es un problema de creación de empleo. La teoría dice que, en un mercado competitivo, los trabajadores reciben un salario que es, aproximadamente, igual a su contribución a la producción, de modo que fijar un salario más alto equivale a desanimar la contratación de esos trabajadores. Y como el nivel de salario tiene que ver con la productividad del trabajador, se tratará de empleados de baja cualificación, o de recién llegados al mercado de trabajo.
Ese argumento tiene, sin embargo, contraargumentos. El mercado de trabajo no siempre es un mercado competitivo (aunque el de personas de baja cualificación lo es, probablemente, más que otros segmentos), de modo que un aumento del coste del trabajo no tiene por qué provocar una inmediata reacción de las empresas, aunque, si no cambian otras cosas, esa será, probablemente, su respuesta a medio plazo, a no ser que les convenzamos de que vale la pena que reduzcan un poco sus márgenes, para favorecer a los empleados que más lo necesitan. Podemos facilitar esto mediante subvenciones a la contratación, pero esto suele ser pan para hoy hambre para mañana, y genera el problema de que hay que recabar fondos para financiarlas, lo que recaerá, probablemente, sobre los ingresos de los que cobran salarios superiores al mínimo, que quizás pìdan, a su vez, mayores salarios…
Un mayor salario mínimo puede aumentar la oferta de trabajo, con la entrada de personas desanimadas; puede hacer que los empleados se esfuercen más y mejoren su productividad; que ellos y sus empresas se decidan a invertir más en formación,… Pero también podemos acabar contratando parados más cualificados en lugar de los menos cualificados, o un incremento de la economía subterránea, o una intensificación del uso de capital y de nuevas tecnologías a costa de la mano de obra… Ahora, cada uno tome los argumentos que prefiera.
Pero volvamos a lo que dije antes: el salario mínimo no es un problema de creación de empleo, sino de aumento de las rentas de unos colectivos concretos, principalmente trabajadores de baja cualificación y recién llegados al mercado laboral. La pregunta es: ¿es este el mejor medio para conseguir esa redistribución o, al menos, es un medio adecuado para llevar a cabo una parte de esa redistribución? ¿Es sostemible, quiero decir: si se generan rentas más altas, se podrán mantener en el tiempo, especialmente después de la próxima recesión? ¿Mejora, de verdad, el nivel de vida y las oportunidades de las personas a las que se dirige la medida, o acabará aumentando las rentas de los no tan poco cualificados? ¿Compensará a las empresas participar en esas acciones? ¿Y querrán hacerlo? ¿Cómo las motivaremos?
Al final, lo que ocurre es que la economía española ha creado un sistema productivo en el que el paro es alto y endémico, y los salarios bajos, no para todos, claro, pero sí para muchos, para colectivos importantes. Es en ese marco en el que debemos discutir la subida de salarios mínimos. Cosa que no haré ahora, porque ya he cansado suficientemente al lector…
El problema que veo al aumentar el salario mínimo, es que como siempre, cualquier regulación puede tener efectos no considerados. La salud de nuestra economía es la que marcará la «salud» de los salarios no al revés.
De mano es interesante poner más dinero en las manos de los más desfavorecidos, aumentando su renta, pero se corre el peligro de que no tenga ningún efecto o justo el contrario.
Es totalmente cierto que nuestra economía sumergida es muy elevada, y yo creo que deberíamos intentar regular por ese camino, para sacar a la luz tanto «obscuridad»
Es lógico que le dediques tiempo a analizar la perspectiva del trabajo en nuestro país, a mi personalmente es el tema que más me gusta de tu blog!
Sigue así, no pares de sacar tan buen contenido!
Un saludo
Lo que pasa profesor, es que está mal enfocado. No por usted desde luego, que siempre nos tiene al día en los temas técnico-directivo-económicos, sino por la matemática subyacente. La tecnología se va amortizando en base a las horas de trabajo de los equipos, mano de obra incluida, hora a hora. Mientras más horas más «dilución», concepto acuñado en mi libro (modestia aparte). Se acostumbra tomar la referencia anual porque solo se multiplican los costos y las horas por el número de años, pero esto no es así, ya que los costos se dividen por el nº de hrs (geométricamente) y, en cambio, se suman aritméticamente (esto fue lo que originó que Neper estudiara los logaritmos y así se desarrollara la herramienta de cálculo llamada regla de cálculo muy usada por los primeros economistas del S XIX y XX, hoy calculadora o móvil, pero esto es secundario). Para saber el nº de años de referencia hay que establecer el concepto de ciclo de producción, que es la sincronización debida a la dirección y está regida por sus costos. Es un cálculo poco conocido en todas las ramas de las ciencias y menos en la economía, aunque se usa en teoría de control-macro, pero de otro modo. Esta sincronía es contravariante y hay que saber hacerla. Hasta Ricci se equivocó y Einstein tuvo que corregirlo. El enfoque es totalmente diferente al estático-comparativo (que no permite ver el bosque sino solo los árboles).