Otra vuelta, porque ya había hablado antes de este tema, aunque sin ese título, cuando me referí a la posibilidad de que los votantes demócratas en Estados Unidos hubiesen olvidado que las luchas por la identidad habían dejado fuera a grandes segmentos de la población, que votó a Trump como una reacción. Me decido a volver a tocarlo a propósito de un artículo de Daniel Innerarity en El País del 16 de febrero (aquí), que toma el mismo argumento: ha aparecido un nuevo grupo marginado que no encaja en las categorías convencionales de la acción afirmativa, porque no son de color, ni mujeres, ni homosexuales… pero se sienten discriminados. El multiculturalismo no ha sido suficientemente multicultural, porque ha olvidado una gran masa de la población que tiene su identidad, identidad que no ha sido protegida.
¿Por qué se sienten perjudicados los que hasta hace muy poco eran los que tenían acceso (al menos teórico) al poder? Porque «el discurso de las élites ante la diversidad cultural carece de realismo y sinceridad; ambas cosas resultan hirientes para quienes conviven habitualmente con esa diversidad en sus aspectos menos idílicos. Existe un tipo de persona progresista que se siente cosmopolita y moralmente superior porque se eleva por encima de sus intereses, cuando en realidad sus intereses no están en juego y los que son sacrificados son los intereses de otros, más vulnerables, más en contacto con las zonas de conflicto (…) Son élites que no sienten la inseguridad física en sus barrios, ni la inseguridad laboral en sus puestos de trabajo (…) porque no tienen contacto ni con el mundo industrial ni con ‘los otros’ y solo ven las ventajas de la globalización o los encantos de la diversidad». Me parece que a nuestro alrededor encontraremos también a muchos de estos (y también a otros que «pisan la calle, o el barrio conflictivo»).
Me parece que este planteamiento es muy correcto. Innerarity concluye que ni los sindicatos ni los partidos están en condiciones de incluir esos intereses, hasta ahora olvidados, y que no han quedado «suficientemente representados». Y me apunto también a su afirmación de que «la justicia requiere hoy ser pensada a la vez como redistribución y como reconocimiento». Vaya: las versiones postmodernas de la justicia se han quedado cortas…
Y el movimiento de péndulo que comienza a percibirse (Brexit, Trump…Lepen? etc). Tan ciegos están que no ven que a pesar de lo políticamente correcto y del bombardeo de los medios (dónde quedó el periodismo y la información) una masa sinleciosa se está posicionando cada vez de forma más evidente contra el establishment?
Otra vez el sincronismo, profesor. Disculpe que insista, pero es que esos y otros grupos que faltan son perfectamente distinguibles cuando se les sincroniza socialmente. Como usted dice, la justicia es la que los incluye. Pero no como reconocimiento solamente, sino más bien como parte que influye en los eventos sociales pero en otros horarios, modos, etc.; lo que no obsta para que sean parte del sincronismo social. Se les ubica en la línea de eventos contra-variantes en los momentos en que justamente «pisan» el terreno económico (transacciones-temporales) o el terreno social (físicos-circunstanciales). No son correlacionables con ninguna variable económica porque tienen correlación cero o casi cero