Hoy me voy a meter lo que, según un refrán castellano, es una camisa de once varas que, si Wikipedia no miente, son más de 11 metros de largo. Porque yo no soy filósofo, y me atreveré a decir algo sobre lo que es el ser humano, de la mano de un filósofo, Roger Scruton, que escribió sobre esto hace unas semanas en el New York Times, en un artículo titulado: «Si no somos solo animales, ¿qué somos?».
¿Por qué me meto en camisa de once varas? Porque me interesa mucho el diálogo, como manera para entenderse y, sobre todo, para entender a los demás, más allá del insulto o la descalificación que ahora se lleva tanto.
¿Somos animales? Sí, claro, pero no solo animales; y aquí vienen en nuestra ayuda la experiencia y lo que podríamos llamar la «sabiduría popular», y también la genética, las neurociencias y la psicología evolutiva. Scruton señala que creemos que tenemos derechos, que tenemos un derecho soberano sobre nuestras vidas y que nos parece que los que abusan de los derechos de otros se hacen, ante todo, un daño a ellos mismos. Me dirá el lector que por qué me fío de la «sabiduría popular», y eso tiene que ver con los viejos filósofos que nos enseñaron a pensar no desde el vacío, sino desde donde cada uno está.
Scruton dice que ese «algo más» que somos puede explicarse a partir de la concepción del hombre como creado a imagen de Dios, pero que esto nos lleva a preguntarnos dónde descubrimos esa imagen. Y dice que en la pregunta «por qué» que somos capaces de hacernos. «Los seres humanos vivimos en un mutuo reconocimiento de responsabilidad, cada uno debe dar cuenta a los otros de sus propios juicios (…) Sobre este hecho edificamos el edificio de los derechos y deberes. Y aquí es donde, en definitiva, reside la libertad: la responsabilidad de dar cuenta de lo que hacemos«. Me gusta el argumento.
Scruton señala también que los psicólogos evolutivos dan otra explicación: somos animales que han aprendido que una estrategia de cooperación es mejor para sobrevivir en la lucha por la vida en un entorno que no siempre es favorable. De modo que las reglas morales son una estrategia aprendida para no hacer daño a otros, para ayudar a los débiles, para dar credibilidad a nuestras acciones… porque es lo que nos da una ventaja en esa guerra. Pero también hace notar que «nosotros, los seres humanos, no nos vemos unos a otros como los animales se ven, como miembros de una misma especie. No nos relacionamos como objetos, sino como sujetos, como criaturas que nos dirigimos unos a otros como un ‘yo’ y un ‘tú’«. Hablamos en primer persona.
Y «hablando en primera persona podemos hacer afirmaciones sobre nosotros mismos, responder a preguntas e implicarnos en razonamientos y consejos de maneras que van más allá del métodos normales de descubrimiento. En consecuencia, podemos participar en diálogos fundados en la confianza en que, cuando tú y yo hablamos sinceramente, lo que decimos merece confianza. Hablamos con nuestras mentes (…) Por tanto, como personas vivimos en el mundo de la vida que no se puede reducir al mundo de la naturaleza».
Bueno, me dice el lector: ¿y qué? Pues que, si efectivamente nos vemos como esos animales que somos más que animales, y descubrimos las peculiaridades de lo que nos hace distintos de los animales, estamos sentando bases para entendernos nosotros, para entender a los demás, para dialogar, para construir una sociedad más justa y próspera, para entender nuestra libertad, y nuestros derechos, y nuestras obligaciones… Los cristianos que creemos que Dios nos creó a su imagen podemos participar en ese diálogo sin problemas, sin complejos: lo que la religión añade aquí es, por decirlo de manera rápida (y no del todo correcta), es la etapa anterior: ¿de dónde nos viene esto?
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Creo que el concepto de ser la raza más inteligente de la Tierra esta mal dicho, Nosotros teniendo la capacidad de razonar, de hacer muchas cosas.. abrir muchas posibilidades con nuestra imaginación, todo eso lo desperdiciamos ya sea en vicios, cosas que no nos sirven para un futuro.. y para colmo! destruimos nuestro propio planeta.
Todos somos unos animales.
Antonio: puede servir para aclarárse que somos algo más que biología- naturaleza animal- aunque tenemos cuerpo semejante a los mamíferos. Tenemos además un alma humana que nos permite conocer la verdad de las cosas como son- inteligencia humana-, voluntad que nos permite hacer el bien que queremos y vemos, y una afectividad, que es la «bisagra» entre el alma y el
cuerpo con sus facultades. Tenemos además de cuerpo y alma una espiritualidad, que nos lleva a hacernos las grandes preguntas: quien soy, a donde voy, como voy, después de mi muerte que será de mi? Etc
La imagen de Dios estaría en el espíritu o acto de ser personal según Polo, o dentro que tiende a crecer según Yepes, corazón o intimidad. Es el acto de ser cada persona humana la que actualiza el alma humana y el alma la que da vida al cuerpo y sus facultades.
Por eso cuando estamos en gracia santifica te, participamos de la naturaleza divina, Esse divino, que actualiza nuestro esse, nos humaniza y más aún, nos diviniza y nos transforma de personas humanas en hijos de Dios. Nuestra identidad es ser hijos de Dios en Cristo. Que busques, encuentres y te identifiques con Cristo perfecto Dios y perfecto hombre. Semejantes a El, que es Modeló o Teoría y el modelador el Espíritu
Creo que somos más que animales, por el simple hecho de saber razonar, un animal creo que no puede decir dentro de un año estaré viajando a este lugar, en cambio nosotros si nos proponemos algo lo podemos cumplir.
Me hace recordar lo que decía Leonardo Polo sobre el principio antrópico, profesor. Que había dos tipos de defensores de dicho principio. Unos que dicen que forma parte del universo material y a los cuales hay infinitas formas de refutarlos, y, los segundos que dicen que es un principio que antecede al mismo universo, que Polo dice que así pensamos los que creemos en Dios.