A raíz de los recientes actos terroristas en Barcelona y en otros lugares, algunas (¿muchas?) personas sienten este dilema: ¿hay que perdonar o hacer justicia? Sospecho que muchas consideran que perdonar es una actitud personal, privada, pero no debe ser una actitud de la sociedad. Y no pocos piensan que perdonar es un acto de cobardía, de insolidaridad: «a mí, dejadme en paz, prefiero olvidarme de esa persona que me ha hecho daño». Pero esto no es perdonar, claro. Vamos a pensar sobre el tema -y, como siempre, no tengo «la» solución, quizás porque no lo hay, o porque la solución dependerá de las circunstancias.
Aquí hay tres sujetos, o tres colectivos: los que hacen daño (el que pone la bomba, el que ayuda a fabricarla y, probablemente, una larga lista de cómplices, provocadores, encubridores, etc.), los que los sufren (los muertos o heridos, sus familias, los vecinos atemorizados) y la sociedad (que sufre el daño, pero que engloba también a los que no han sido perjudicados, y a los que causaron el daño). Y varias actitudes. El que hace el daño: pedir perdón y practicar la justicia, que incluye reparar el daño, sufrir las consecuencias de su acción, y no volver a hacerla. El que sufre el daño: perdonar y recibir la compensación por el daño sufrido. La sociedad: pedir perdón (en la medida en que proceda), perdonar y hacer cumplir la justicia. ¿Me olvido de la venganza? No me olvido: la pongo como una forma de justicia.
Empecemos por la justicia: dar a cada uno lo suyo, decían los antiguos, que incluye compensar por el daño causado. Esto es necesario, porque el daño, sea cual sea, físico, moral, económico, psicológico…, es una ruptura del orden de la justicia: si he dado un golpe a tu coche, he de compensarte (y esto lo puedo hacer yo personalmente o mi compañía de seguros). ¿Y si he matado a tu hijo? Compensar también el daño económico, incluso la pérdida de ingresos futuros, y esto lo puede hacer el que provocó la muerte o un tercero, la sociedad, por ejemplo. Pero hay también daños psicológicos, humanos, familiares… que será muy difícil, probablemente imposible, compensar -y, por favor, no pretendamos dar un valor económico a todo: «tu hijo valía cien mil euros, ahí los tienes, estamos en paz». O sea, quizás el que causó el daño se he convertido en deudor por los siglos venideros… ¿Y si he echado a perder tu reputación y tu buen nombre? Pues a compensar también… Y el tema de la compensación vale también para los que han colaborado directa o indirectamente: la empresa en la que trabajo y a la que le viene bien que un competidor quede desprestigiado, el que dejó que publicases una noticia falsa en su red social, el que difundió la noticia injusta…
Justicia, sí, claro. Pero hay más que decir sobre esto. Lo dejaremos para otro día.
Interesante reflexión, sobretodo teniendo en cuenta que vivimos en mundo egoísta y cruel, un mundo en el que prima el más fuerte, el odio, la envidia… el ser humano sigue evolucionando, pero sigue con su terrible transfondo… el egoísmo puro y duro, el valor de yo y después el…
Como vamos a perdonar si tampoco existe justicia?
Como vamos a hacer justicia cuando no vemos nuestros errores?
. terror is everywhere terror and it must be cursed by all humanity. We can say banana. we become god supporters …
Es lo que Polo llamaba «movimiento circular» que tiene tres niveles: el temporal que se entiende como sincronismo, el a-temporal que es como un sincronización fuera del tiempo (algo así como una planificación, pero Sellés dice claramente que no es eso aunque se le parece), y hay otra sincronización (que se puede entender mejor, así) que ahorra tiempo. Esta última es moral. Y ahorra tiempo porque por cada una de las acciones que tome hay miles de otras que se verán afectadas: es el caso de tomar rehenes donde por una inmoralidad (en este caso) se multiplica el error. La solución para Polo radica en la metalógica de la libertad, que es algo así como aceptar-dar-don. Aceptar los hechos con la esperanza propia de una no de-futurización del futuro (es decir, a sabiendas de que la libertad puede convertirse en esclavitud, entendida como virtud y vicio)