En una entrada anterior me refería a la Responsabilidad social de las entidades financieras, de sus directivos y de sus empleados, en relación con un aspecto de la Educación Financiera: la necesidad de dar información clara y completa al cliente. Pero, me dirá el lector que esas aclaraciones se hacen para proteger al fabricante de medicamentos o al vendedor de microondas de las costosas reclamaciones que le pueden llegar si el cliente hace un mal uso del producto. Sí, claro. Pero lo que importa es que, si el cliente hace un mal uso del producto, sufrirá un daño: y eso es lo que preocupa a la Responsabilidad social. Si acaban ante los tribunales o no ya no es un tema de Responsabilidad social, sino del Departamento Jurídico o del de Cumplimiento normativo.
Decía en la entrada anterior que la Educación Financiera tiene una segunda dimensión: educar a la población en general, sobre todo a los jóvenes, porque están en la edad de aprender, y porque tienen toda una vida por delante para poner en valor esos conocimientos. Porque, además, la entidad financiera no sabe quién será su futuro cliente, de modo que todos salimos ganando si aumentamos la capacidad de todos para comprender los productos y las operaciones, los riesgos y las rentabilidades. Y porque, si el cliente viene más preparado, la conversación con él será más sencilla, breve y directa. Claro que también será más difícil engañarle, pero engañarle sería una irresponsabilidad social, moral e incluso penal.
La educación financiera, como otras formas de educación, tiene lo que los economistas llamamos “efectos desbordamiento”: si mejoramos los conocimientos económicos y financieros de nuestros conciudadanos, es más fácil que ellos cometan menos errores y que nos ayuden a no cometerlos nosotros, y todos saldremos beneficiados. Y esto es, de nuevo, Responsabilidad social en sentido amplio: mejora de las personas, de los negocios y de las decisiones, mejora de la sociedad en general.
Pero, ¿quién tiene esta última responsabilidad? No lo sé: cada uno, cada entidad, debe preguntarse sobre esto. En principio, el que conoce el tema y tiene formación y medios tiene también la responsabilidad. Y, lógicamente, esas personas estarán en las entidades financieras –o en las académicas. De modo que sí, los que se dedican a los temas financieros tiene unas capacidades y conocimientos que interesan a otros, y vale la pena que los pongan al servicio de todos.
Y esto me lleva, para acabar, a la posible tercera dimensión de la Responsabilidad social de las entidades financieras en la Educación Financiera. Porque esas entidades hacen muchas cosas que se proyectan en sus clientes y en la sociedad en general, y a las que no llaman de Responsabilidad social. Y pueden aprovechar todo eso para cumplir una Responsabilidad social amplia. Por ejemplo: cuando publican su balance, añadiendo unos párrafos que expliquen las partidas que no sean de fácil interpretación. O cuando anuncian un producto nuevo, remitiendo a una página web en la que se explican aspectos relevantes del mismo. O publicitando artículos o blogs en los que se comenten aspectos de Educación Financiera. O mil casos más.
Decididamente, hay demasiados días nacionales o internacionales de demasiadas cosas. Pero cuando las empresas se sientan a pensar cuáles son sus responsabilidades ante la sociedad y ante sus clientes, con un poco de imaginación se les ocurrirán muchas cosas relacionadas con la Educación Financiera, que serán muestra de que son responsables. Y todos saldremos ganando por ello.
Buen articulo, coincido totalmente con tu postura sobre la educación financiera
Muy importante este post Profesor, ojalá las entidades financieras y en concreto los Bancos lo lean con atención. Gracias !
gracias