El título que iba a dar a esta entrada hablaba de teorías, pero me parece que es mejor lo de enfoques sobre la empresa. Su origen está en un seminario de investigadores de las Universidades de Deusto y del País Vasco, que impartí el día 15 de diciembre en Bilbao, invitado por mi buen amigo José Luis Retolaza y su esposa Leire San José, ambos profesores en una y otra universidad, que ponen en práctica lo de la colaboración entre competidores, mostrando que no se cumple lo que decía Adam Smith, que no hay reunión de empresarios (en este caso, profesores) que no acabe en una confabulación para subir precios.
Empecé con lo tradicional: la teoría neoclásica, que carece de una teoría sobre la empresa, porque lo que crea valor es el intercambio, el mercado: la oferta y la demanda, o mejor, la demanda, que es atendida y hecha posible por la oferta. La empresa es una caja negra: alguien se encarga de producir aquello que luego se venderá en el mercado, y no hay nada que decir sobre la creación de la empresa, su gobierno, la gestión interna…
En este orden de cosas, recordaba en el seminario una frase de Peter Drucker que, cuando la leí, me dio mucha luz: «si queremos saber qué es una empresa hemos de empezar por definir su propósito u objetivo. Y su propósito ha de estar fuera de la empresa misma. De hecho, debe estar en la sociedad, porque la empresa es un órgano de la sociedad». ¡Claro! La empresa no puede fijar su objetivo, su función social, porque está al servicio de la sociedad.
Y, ¿qué dice la sociedad sobre el objetivo de la empresa? La teoría neoclásica es clara sobre esto: la maximización del beneficio o del valor para el accionista. Y es obvio: lo que cuenta es el valor económico, que, como ya he dicho, se crea en el mercado. La teoría del equilibrio general competitivo (Arrow y Debreu) sostiene que, bajo ciertas condiciones, si la empresa maximiza ese valor, se obtiene un óptimo social, la mayor creación de valor posible. Friedman tenía razón: «Hay una y solo una responsabilidad de las empresas: usar sus recursos e implicarse en actividades encaminadas a aumentar sus beneficios, mientras actúen de acuerdo con las reglas del juego, es decir, actuando en una competencia abierta y libre sin engaño o fraude…» (hasta aquí su Capitalismo y libertad), «actuando conforme a las reglas básicas de la sociedad, incluidas tanto en la ley como en las costumbres éticas» (aquí su famoso articulo del New York Times, de 1970). El propósito lo da la sociedad y es la máxima creación de valor (económico) para la sociedad.
Pero luego hemos de matizar esto. Porque se trata de un óptimo paretiano, es decir, una situación en la que nadie puede mejorar su situación sin que otro empeore; no es un óptimo absoluto, pero es el tipo de óptimo coherente con la filosofía positivista, que separa los hechos y los valores, y que pone las preferencias de las personas en el terreno de los valores, es decir, que no se pueden hacer afirmaciones racionales sobre esas preferencias.
Pero, ¿no hemos quedado que esa no era una teoría de la empresa? Sí, pero hemos encontrado algunas cosas importantes. Una: el objetivo de la empresa lo fija la sociedad. Dos: consiste en valor económico para todos. Tres: lo que digamos después sobre la empresa debe tomar todo esto como punto partida.
Pero… las condiciones en que se basa este modelo no se dan nunca. Moraleja: hemos de ponernos manos a la obra, tarea que dejo para otro día.
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
Un artículo verdaderamente interesante para conocer el lugar de la empresa en la sociedad y los objetivos que persigue. Muchas gracias profesor.
Un saludo.
Un artículo interesante donde los haya. Pasen unas felices fiestas.
Me alegra su colaboración con Profesores de mi querida Universidad de Deusto. Estupendos años y gran formación. También Barcelona y Londres están siendo buenas aportaciones. Muchas gracias por el artículo y Feliz Navidad Profesor.
Gran obsequio de Navidad, profesor. Intento corresponderle con esta cita de Polo, de su libro Curso de Psicología General, porque creo que le puede servir para sus conferencias: «Lo que se suele llamar economía presenta una diversidad de objetos y de métodos, que van desde planteamientos fisiológicos hasta otros cercanos a la filosofía, o a aplicaciones técnicas: sociales, pedagógicas y terapéuticas. Se echa en falta la construcción de un cuerpo teórico coherente. También es llamativa la ausencia de precisión: lo que se llama economía es una mezcla de consideraciones matemáticas –con vistas a la medición–, observaciones intuitivas fuertemente teñidas de prejuicios, y grandes fragmentos tomados en préstamo, sin venir a cuento, a otras disciplinas más desarrolladas o consolidadas. Abundan las discusiones sin posible decisión –porque se entablan desde posturas parciales–, los sectarismos de escuela y, con un propósito de superación, un eclecticismo informe movido por el lema de la interdisciplinariedad, muy poco riguroso. El panorama es confuso hasta el punto de que resulta dudoso que la llamada economía sea una ciencia» (donde yo he intercambiado la palabra psicología x economía). Reitero mi deseo de que tenga una feliz Navidad y de paso para todos los que lo leen y asisten a sus conferencias.