En este rápido repaso de las teorìas o enfoques sobre la empresa, hemos avanzado hasta llegar a una situación en la que es necesaria la colaboración de los propietarios de los recursos que necesitan los gestores para conseguir el objetivo, que es la maximización del valor para el accionista. Pero, ¿qué aportan esos propietarios de recursos?
Lo que crea valor no es el trabajo sustituible o el capital amorfo, sino el capital humano, físico u organizativo, específico, el que se valoriza solo en la empresa, porque crea valor distintivo para ella (Williamson). Hay que entender cómo crea valor ese capital específico, hay que identificar a los que pueden hacerlo, atraerlos, conseguir que trabajen para nosotros, retenerlos… La empresa es un conjunto de inversiones específicas, de capital humano o físico. O un conjunto de activos, que deben colaborar unos con otros: una colección de derechos de propiedad (Grossman, Harte, Moore).
Bien, pero… quizás lo que hay que desarrollar son las capacidades específicas de las personas que van a colaborar (Kogut y Zander, Langlois). La eficiencia en la producción depende de la generación de conocimientos y competencias que creen valor, porque son difíciles de imitar y reproducir.
Recapitulemos. De la empresa como algo irrelevante, porque el mercado es el que crea valor, hemos pasado a la empresa que ahorra costes de transacción en el mercado, a la empresa como conjunto de contratos o de derechos de propiedad que consigan que los propietarios de los factores productivos quieren aportarlos a la empresa, a la identificación de aspectos concretos de esos factores, que son los que crean valor: inversiones en capital físico o humano, capacidades específicas… Pero siempre lo que se crea es valor económico, con la ayuda de muchos, para los accionistas… ¿Es esto convincente?
Hay otras teorías, que se fijan en otros aspectos. La hipótesis que preside los enfoques anteriores suele ser la de sujetos racionales tomando decisiones. Pero la racionalidad puede ser limitada (Simon): las decisiones pueden estar lejos del óptimo, por falta de información, o por falta de capacidad de manejo de esa información, o por falta de tiempo.
Las teorías evolutivas (Nelson y Winter) se fijan en otro factor que influye en el carácter no óptimo de las decisiones: estas necesitan tiempo, un recurso escaso, que hay que utilizar eficientemente, mediante rutinas. Las teorías behaviorales (Cyert y March) presentan la empresa como una coalición de intereses variados que no siempre están de acuerdo. Las teorías managerial (Baumol, Marris) hacen notar que los directivos tienen sus propios fines. Las teorías de la complejidad subrayan la contingencia, la indeterminación, la creación de sentido y la apertura al cambio (Arthur). Otras teorías explican la existencia de emprendedores (Schumpeter, Kirzner)…
¡Oh, qué confusión! Claro: la empresa es una realidad muy compleja, que abarca desde un panadería que lleva dos siglos funcionando hasta la última start up, y desde el bar de la esquina, a cargo del propietario y su hija, hasta la multinacional con cientos de miles de empleados… No hay teoría capaz de hacerse cargo de todo esto, ¿no? Bueno, sí. Hemos de volver al propósito de la empresa, lo que haremos otro día.
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
Excelente articulo. Como usted comenta las empresa hoy en días son muy complejas donde cada quien debe buscar que cada uno de sus integrante tanto sus socios-inversionista tengan participación de esta. A mi entender por poco que se aporte en una empresa siempre tendremos beneficios residuales de este comportamiento y más si uno enfoca estas sobre las cualidades y capacidades especificas de cada persona que participa directa o indirectamente con la empresa.
La empresa es un DNA social, profesor. Cada empresa replica su DNA en el entorno, por ejemplo cuando produce pares de zapatos. Esa «conexión» es espacio-temporal. Su valoración social no es solo su estructura colaborativa sino sobre todo la dinámica interna-externa. Es similar al organismo físico que más que ser un DNA es una dinámica propia, de ese DNA. Estamos acostumbrados a efectuar planes partiendo de un hoy, porque pensamos que el estado inicial (Newton et al) influye en todo lo que viene después y es al revés, en el sentido de que debemos partir de(l) (los) estado(s) final(es) porque no sabemos qué imprevistos se presentarán, dada una dinámica social plural. En ese estado de cosas, la coherencia económica (el giro que hay que hacer desde otras referencias para coincidir con ellas) es un invariante, pero no n-dimensional sino espacio-temporal, lo que lo hace un tensor co-contra-variante (mixto), que numerariza el sincronismo social. Las empresas tienen su DNA único y replicable en la medida que pueden replicarlo en la sociedad. Y es invariante como cualquier organismo que convive, aunque evolucione, cosa muy probable, además.