No me gusta ser negativo, pero a veces conviene serlo, a ver si reaccionamos. Me refiero aquí al crecimiento de la economía española en los próximos años, porque, a corto plazo, hay una cierta sensación de euforia contenida, o de complacencia, visto que seguimos creciendo (menos que antes, pero con cierto ritmo), que seguimos creando empleo (con menos vigor), que no aparecen desequilibrios importantes en la balanza de pagos (aunque el nivel de endeudamiento, sobre todo público, sigue siendo alto y creciente)… Claro que se espera que suban los tipos de interés, pero esto parece que no asusta demasiado. «Quien días pasa, años empuja», dice un refrán catalán (traducido por mí, libremente).
Pero me preocupa más el medio y largo plazo. Porque un país crece a base de oferta, de producción, no de demanda. Y la producción muestra en España considerables ineficiencias que, si no se solucionan, pueden tener efectos muy negativos sobre el crecimiento futuro. La mejor muestra de esto es el bajo crecimiento de la productividad. La del trabajo (PIB dividido por empleo) mejoró en la crisis, por la reducción del denominador, el empleo, a un ritmo más rápido que el PIB; pero ahora uno y otro crecen, y la productividad sigue teniendo aumentos raquíticos, lo que quiere decir que la economía crece a base de poner más recursos, no de que esos recursos sean más productivos que antes (lo que se llama productividad total de los factores: aquel aumento de la producción que no se decbe a que la gente dedique más horas o a que utilice más máquinas).
Relacionado con esto está la estructura productiva. Hace años llamábamos la atención sobre el crecimiento de la construcción de viviendas, donde la productividad crece poco, o de servicios poco cualificados, como el turismo, en que pasa algo parecido. Pero hay más cosas. El esfuerzo en investigación y desarrollo y en innovación es, en España, bastante mediocre, y ello supone que estamos perdiendo el tren del crecimiento. No todos, claro, porque hay empresas y sectores en que esos motores funcionan muy bien. Pero la mayoría no. De modo que nos podemos encontrar -nos estamos encontrando ya- con unos sectores intensivos en mano de obra, en los que ya perdimos las ventajas que habíamos construido en los años sesenta y setenta, y otros sectores en que la tecnología y la innovación dominan, y luego están todos los que hay entre unos y otros, de modo que nos estamos convirtiendo en fábricas que producen con cierta calidad lo que otros innovan, y lo que los países emergentes aún no están en condiciones de producir tan bien como nosotros. Pero es cuestión de tiempo. Más pruebas en este sentido: exportaciones diversificadas, pero cuya complejidad no ha aumentado. Falta de tirón de las nuevas tecnologías -aunque nos parezca que somos unos genios, comparativamente nos estamos quedando rezagados.
Hay más cosas, pero las dejo para otro día.
Lo que parece no tratar nunca nadie, es que el sistema en si es insostenible, no puede basarse exclusivamente en el crecimiento, pues ello implica también una necesidad implícita de crecimiento de población, que ya se ha comentado por multitud de expertos que es el actual problema, no somos capaces de producir lo necesario para tanta gente y mantener un equilibrio con el propio sistema regenerativo de la tierra, y esto solo por tratar de una forma muy superficial el tema.
muy buena noticia la que esta expresada
Estimado profesor: no intento inmiscuirme en recomendar nada. Solo sugerir que para efectos de comparación, no se deben usar indicadores anuales sino cíclicos y estadísticos. Los ciclos se calculan como digo en mi libro (otra vez el mktn), pero lo más importante para efectos de este post (muy inspirador, por cierto) es que la productividad y sus comparaciones deben hacerse desde la contemplación de la contra-varianza y esa distribución estadística se conoce como de Boltzman. Pasa por utilizar el parámetro T (que llamo actividad económica) y que Aoki y Yoshikawa han usado para reponer la economía japonesa, cuando fue necesario. Es una precisión dinámica que requieren las economías actuales, por ser más rápidas.