Esta es la tesis de Tim Harford, un sugerente economista, en el Financial Times del 3 de febrero, en un artículo titulado «Como el buen café, las buenas ideas se filtran poco a poco». A todos nos parece que, si alguien tiene una buena idea, y no la oculta, los demás nos aprovecharemos de ella inmediatamente. Al menos en la economía globalizada, cuando algo tiene éxito, lo lógico sería copiarlo o imitarlo inmediatamente. Y pone el ejemplo de un buen establecimiento de cafés en Londres, creado en 1978 pero que no tuvo competidores relevantes hasta veinte años después.
Quizás esto se debe a incertidumbre: ¿es esta una buena idea? ¿Aguantará la prueba del tiempo, o será solo una moda pasajera? Bien, pero si hay colas en la tienda en cuestión y a mi bar viene poca gente, ¿no será lógico que, después de una prueba de unos meses o unos pocos años, yo me pregunte por la causa de aquel éxito? Harford cita trabajos de la OCDE que muestran que la brecha de productividad entre muchas empresas industriales y las más destacadas del sector es, a menudo, de 1 a 15.
Quizás se deba a la falta de recursos. Financieros, por ejemplo: mi pequeña y vieja fábrica no genera suficientes beneficios como para financiar un cambio de tecnología o de equipos, ni para atraer a un socio que aporte los fondos que yo necesito. O recursos humanos: quizás mis capacidades gerenciales son tan pobres, que no soy capaz de darme cuenta de dónde radica mi diferencia con los que tienen éxito. O quizás no hace falta convertirme en innovador: tengo la demanda necesaria, los recursos necesarios, los trabajadores necesarios… ¿Para qué intentar una ampliación o una innovación, que me complicará la vida? Sobre todo si estoy en un mercado en que la competencia es pequeña y la regulación sirve como barrera de entrada…
Harford señala otros obstáculos para la difusión de las buenas ideas. Como una barrera cultural: si «no lo hemos inventado aquí», seguramente será más difícil que lo aceptemos: a menudo, el carácter y las condiciones del innovador no son los nuestros. Y somos impermeables a las nuevas ideas: «el status quo es confortable».
Pero, ¿por qué nos aburres con estas cosas, Antonio?, me dice el lector. Porque me interesa conocer cómo somos los humanos, cómo es nuestra sociedad. Y si queremos cambiar nuestras conductas o nuestras ideas, debemos saber qué dificultades vamos a encontrar. Por ejemplo: si eres un mal conductor, te han retirado el carnet de conducir y tienes que tomar un curso sobre cómo conducir bien, ¿lo vas a aprovechar? Si en tu escuela hay bullying, y los maestros deciden dar cursos sobre por qué no debería haber bullying, ¿los vas a aprovechar? Y si no eres ético, ¿aprenderás a serlo asistiendo a conferencias?
De acuerdo en todos los aspectos, necesitamos más recursos y esfuerzos que las grandes empresas, necesitamos reinventarnos y competir con herramientas más simples y económicas. Pero no podemos caer porque al final somos los ciudadanos de a pie los que sacamos este país adelante.
Yo también pienso que somos resistentes y en España hemos pasado por numerosos cambios. El mundo evoluciona cada vez más y nos tenemos que ir adaptando a los nuevos cambios.
Interesante artículo. Ciertos estudios han descubierto que los grandes maestros de ajedrez tienen una habilidad específica para, ante un determinado problema, encontrar soluciones «nuevas». Es decir, cambiar de forma imprevista su conducta cuando no hay resultado. Claro, esto, a escala colectiva, no es posible. Los cambios son lentos y necesitan su fundamento. El acontecimiento en verdad no existe. Observen el capitalismo, las empresas: sólo la historia determina momentos claves de cambio, pero el cambio ocurre constántemente.
Un gran artículo sin duda alguna, somos totalmente resistentes al cambio que se produce de forma constante. En mi restaurante de comidas típicas de todo el mundo, tenemos este problema y estamos intentando subsanar.
Un cordial saludo Antonio 🙂
Buena idea profesor. Me recuerda a Arquímedes construyendo el trirreme para derrotar a los persas con su invento de la palanca (moveré al mundo decía). Esas palancas giraban a una velocidad humana, de menos de 1Km/seg, y cambiaron el mundo. Mucho después, Copérnico decía que el mundo se movía «girando» alrededor del sol. Hace unos años Polo, decía que el movimiento circular era la base de toda la biología y psicología del comportamiento humano. Yo agrego que la sincronía (la circularidad empresarial, y me baso en Polo) es la clave de la productividad. Pero agrego que ahora ya sabemos que esa circularidad no es sólo 3d (tri-dimensional) sino 3d+1d (el tiempo contra-variante) y desde luego, la circularidad también es 3d+1d; pero que esto no se sabe hacer porque se piensa que la relatividad y la quántica son muy complejas, y lo son. Por eso perdieron los persas. En vez de dedicarse a la juerga festiva de dioses falsos, se gana dedicándose a mortificar el cuerpo (sincronía biológica 3d+1d).