El Financial Times del pasado 12 de marzo dedicaba una editorial a «Inversores pasivos y compañías sin dueño», comentando las ventajas e inconvenientes de tener fondos de inversión pasivos en el capital de una empresa. Pasivos quiere decir que siguen pasivamente unas reglas, por ejemplo, invierten en las empresas que forman el índice de la bolsa. El FT daba una cifra importante: 8 de las 10 primeras empresas por capitalización en la bolsa del Reino Unido tenían como dos primeros accionistas a dos grandes fondos pasivos. Esto es bueno para los inversores, porque la rentabilidad de esos fondos suele ser buena, ya que sus gastos son reducidos, y muy pocos financieros son capaces de obtener mejores resultados a base de estudiar las empresas y cambiar frecuentemente sus inversiones de acuerdo con lo que esperan vaya a pasar en el corto plazo, o sea, actuando como fondos activos.
Pero señalaba también que esto tiene costes. Y esto me lleva al título que he puesto a esta entrada. ¿Quién manda en esta empresa? Solemos decir: el Consejero Delegado, o el Director General, o el Consejo de Administración… Pero, como suele recordar mi colega del IESE José Antonio Segarra, el que manda es el dueño, cuando lo hay, o la familia, cuando es familiar, o el accionista principal. Y esto es importante a la hora de entender cómo actúa la empresa: ¿se preocupa por el medio ambiente, trata bien a los trabajadores, cumple con sus deberes fiscales? La respuesta es: depende de lo que diga «el que manda», el que tiene la sartén por el mango, porque tiene el capital o la mayoría del capital. Los fallos morales y de Responsabilidad Social de las empresas son, habitualmente, fallos de su propietario.
Y si el propietario es un fondo pasivo, tendrá pocos incentivos para analizar las empresas, seguirlas de cerca, dialogar con ellas, para conducir su gobierno por donde el fondo quiere. En un fondo activo, quizás la atención sea más personalizada, pero en la medida en que el fondo esté ahí para ganar dinero a corto plazo, sus incentivos estarán en la rentabilidad rápida, no en la investigación, en el cambio climático, en la cultura corporativa o en el ambiente en la planta.
Pero… las empresas necesitan fondos, y los fondos los tienen los fondos, de modo que, tratándose de empresas grandes, es probable que, tarde o temprano, caigan en manos de un fondo. Y entonces pueden convertirse, en frase del FT, en empresas sin dueño. O, lo que es peor, en empresas con un dueño que se preocupa solo de la rentabilidad a corto plazo.
Es lo que ocurre cuando el progreso se deja en manos del capitalismo extremo. Priman siempre los beneficios. Al mismo tiempo, es el mismo capitalismo el que fomenta el progreso. Las grandes contradicciones del sistema.
Recomiendo comparar las inversiones a un sistema de engranajes de precisión. Hay engranajes motores y movidos y locos. A veces los motores son movidos y los movidos mueven, es decir que intercambian sus papeles. Otras veces los que mueven cambian de jerarquía y la potencia llega por un secundario o terciario, etc. Prefiero los sistemas magneto-eléctricos pero requiere más conocimientos especializados (la gama de movimientos sincronizados es muy superior). Pero los engranajes sirven para entender el sincronismo y las jerarquías ¿no es verdad? A veces se truncan y no hay movimiento, etc. etc.