Pedaleo, pero necesito aclarar mis propias ideas. Se me ocurrió el pasado día 26 de abril, al participar en un workshop en la Universidad Internacional de Cataluña (UIC), organizado por la Cátedra de Dirección por Misiones y Gobierno Corporativo, que dirigen Carlos Rey y Miquel Bastons, que tuvieron la amabilidad de invitarme a escuchar las interesantes aportaciones de los investigadores sobre el tema, y que continuó al día siguiente, con un interesante Simposio con empresas de varios países que explicaban su manera de entender y desarrollar su misión.
Función social: ¿para qué sirve la empresa en la sociedad? Respuesta (genérica): para satisfacer las necesidades de muchas personas, que necesitan bienes y servicios, que les compren sus máquinas y sus primeras materias, que quieren trabajar porque necesitan muchas cosas, que tienen dinero y quieren colocarlo en algo que sea rentable y tenga sentido… La empresa está montada para satisfacer las necesidades de muchas personas; se dedica a producir cosas para satisfacer las necesidades de unos, con la ayuda de otros y para satisfacer las necesidades de estos. Desde este punto de vista, cualquier empresa que produzca algo útil de manera eficiente cumple, en principio, su función social: la mera existencia de la empresa ya es algo bueno.
¿Qué necesidades? Extrínsecas (bienes y servicios, salarios, intereses… reputación, reconocimiento), intrínsecas (aprendizajes, satisfacciones) y trascendentes o prosociales (las necesidades de otros). Al hacerlo, recibimos resultados en estos tres ámbitos: mi salario, mi carrera, mi satisfacción, mis conocimientos, mis virtudes, la ayuda a otros… La empresa sirve para esto: esta es su función social (digo yo). Claro que hay otras maneras de satisfacer esas necesidades (algunas): aprendo en la familia y en la escuela, desarrollo mis virtudes en la familia y con las relaciones sociales… Pero todo aquel paquete no lo puedo conseguir más que mediante una empresa, que gira precisamente alrededor de la cooperación de personas en la producción de bienes y servicios para la satisfacción de necesidades de los consumidores. Aquí está, me parece, su función social.
El propósito sería lo que la sociedad puede esperar de mi empresa. Genérico: todavía no sé si fabricaré zapatos o aviones, si lo haré manualmente o con muchas máquinas. Pero la sociedad me marca el propósito. Lo marca ella, y yo lo recibo. Eso es lo que decimos cuando afirmamos que el propósito es la maximización del beneficio (para conseguir un óptimo social), o al creación de valor para todos los stakeholders (otra vez valor social), o el bien común (otra vez social)… No que la sociedad se invente lo que me quiera pedir: el propósito es objetivo, no una creación social. No son las expectativas y las demandas de la sociedad lo que determina el propósito, porque hay muchas expectativas y demandas injustificadas.
La misión sería cómo define la empresa su propósito: en este país, en este mercado, con estos medios y en estas circunstancias, ¿qué debo hacer y cómo debo hacerlo? Si esto es verdad, la misión no es algo dado, sino encontrado; es dinámica, cambia en el tiempo y en las circunstancias; puede mejorar (o empeorar)… Sirve para orientar a la dirección y al personal, pero, probablemente, no debe ser inamovible, porque está al servicio de la función social y del propósito.
No estoy seguro sobre todo esto… Pero puede ayudarnos.
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Como siempre Antonio dandonos clases a distancia, muchas gracias
Excelente artículo Antonio, me gusta mucho tu blog realmente.
Saludos y abrazo.
Creo que colaboro si le digo que el nivel de la misión se levanta sobre los juicios morales que se puedan hacer sobre la función social. Y el propósito se justifica con juicios científicos o artísticos de lo que aporte la empresa. Y que la función social es el aporte cultural o de los medios que se utilizan para cumplir la misión y el propósito. Es algo sistémico (Polo lo llamaba movimiento circular) y metalógico, es decir, que anima a esperar un mejor futuro.