El mundo de las Fundaciones es muy variado. Qué es, cómo actúa y cuáles son sus fortalezas y debilidades varía de un país a otro, y también a lo largo del tiempo. Y, sinceramente, no me siento capacitado para escribir sobre ellas. Pero mi experiencia, limitada, en algunas Fundaciones me ha llevado a algunas reflexiones sobre su gobierno, que quiero presentar aquí muy brevemente.
El Patronato de un Fundación no puede ser un órgano para cubrir el expediente, ni un conjunto de figuras para quedar bien, o para decir que sí a lo que proponga el fundador, la familia o la empresa que la ha creado. La tarea de un patrono de Fundación debe ser «provocar una diferencia«. Por tanto, hay que escoger a personas que tienen algo que aportar, que tienen ganas de hacerlo y que no tienen pelos en la lengua, sino que sepan, quieran y puedan hacer preguntas indiscretas. Lo mismo que en los Consejos de Administración, los patronos de las Fundaciones tienen que estar al servicio de la Misión de la institución.
Por tanto, tienen que poder dedicar tiempo. ¿Mucho? El necesario. Por eso, deben tener una idea muy clara de lo que se espera de ellos -pero no de lo que espera el Director, el Presidente o el que les invitó a formar parte del Patronato, sino lo que tiene derecho a esperar de ellos la Misión de la Fundación y, en definitiva, sus beneficiarios. No estaría de más que, cuando a una persona se le propone que forma parte de un Patronato, se tome un tiempo para hablar con otros Patronos o con personas experimentadas, para enterarse bien de lo que se espera de ellas.
El Patronato debe tener pocos Patronos, pero implicados, con tiempo, con cualificaciones y experiencias, y diversidad -no tanto de color, sexo, edad, etc., como de conocimientos y experiencias útiles para la Fundación. No se trata de hacer nombramientos «equilibrados», sino «efectivos».
Que tengan clara la Misión. Que esta se discuta con frecuencia y se revise cuando haga falta. Hay que evitar lo que se llama a veces la «deriva de la Misión»: empezamos a hacer algo, pero como es complicado, o caro, o largo… acabamos haciendo otras cosas que, quizás son más baratas, sencillas y prestigiosas para los patronos. Y debe haber debates en el Patronato sobre cómo entienden la Misión. Y preguntarse cómo la entienden los de «fuera»: beneficiarios, donantes, reguladores, supervisores…
Y, claro, esto se ha de materializar en planes de trabajo claros: qué queremos hacer, cuándo lo haremos, cómo lo haremos, de qué medios dispondremos… Y qué impacto tendrá esto sobre los beneficiarios.
Hay otros asuntos importantes, claro, pero los dejo para otra ocasión.
Estimado Antonio; enriquecedora reflexión, es frecuente en algunas personas engrosas sus CV, con inumerables cargos, olvidándonos que lo importante son las obras. Cuando aceptamos un cargo es para hacer, para transformar y para crear.
Saludos cordiales,