Saber no es suficiente

Mis lectores ya lo saben: no es suficiente conocer un problema y saber su solución. Hay que querer hacer lo que hay que hacer para solucionar el problema. Por eso, los que nos dedicamos a explicar cómo se toman las decisiones, tanto en las personas como  en los equipos y en las organizaciones, nos quedamos a medio camino, si no señalamos que, al final, alguien debe querer hacer aquello. Los economistas nos olvidamos, porque suponemos que la función de utilidad o de preferencias siempre es eficaz. ¡Craso error!

El error se repite una vez y otra. Los agresores sexuales tienen obligación de asistir a cursos sobre cómo evitar la agresión, y se espera que de ese modo cambien su conducta. Los que conducen mal tienen que asistir a cursos sobre cómo conducir bien; los que discriminan deben pasar un examen sobre por qué no hay que discriminar… Sospecho que todo esto no lleva a una solución con algunas posibilidades de éxito.

Otro punto en el que se toman medidas ineficaces es uno que los behavioral economists nos han señalado: nuestras decisiones son sesgadas. Se supone que la objetividad consiste en eliminar la subjetividad, olvidando que las decisiones las toman sujetos, con sus subjetividades, y que esto se puede corregir más o menos, pero que siempre estará con nosotros. Pensar no es solo una tarea conceptual, sino también social, llena de anticipaciones, afectos, imágenes, significados heredados o compartidos con los de nuestro entorno. Pensar bien es menos una cuestión de pensar que de querer. Y mucha gente no quiere pensar. Nuestro pensamiento está contaminado por los desórdenes de nuestra voluntad.

Por eso en la ética hablamos de virtudes, disposiciones para hacer que llevan a conocer el bien, sentir el bien, motivarse para actuar y vencer los obstáculos que dificultan la acción. Las virtudes se consiguen con la repetición de actos, motivados por razones superiores, no por el miedo al castigo o la esperanza del premio. Para uno que nunca ha dicho la verdad, decir la primera es muy difícil; para el que lo hace todos los días a todas horas, es más sencillo. No del todo, porque, a menudo, algo interfiere: el temor a un castigo, si decimos la verdad, o la esperanza de un premio, si no la decimos. Pero también en este caso, la voluntad es la que acaba decidiendo.

3 thoughts on “Saber no es suficiente

  1. No soy nadie para opinar sobre estos temas, por eso cito a Leonardo Polo: «Tal como Sócrates entiende el núcleo de la virtud, con ella el alma humana se libera de su condición mortal, dotándose a sí misma de una densidad que atraviesa la muerte y asegura una actividad eterna» (Epistemología: La Creación Humana, Conciencia Moral) que yo interpreto, en mi libro de ecología, como un nivel de pensamiento (el 3º lo llamo, el 1º es el corporal y el 2º, el profesional) superior a este último, aunque racional, sino que se refiere a temas espirituales y por eso no es materializable. Es potencial, no actual, pero manifiesta cómo pensamos inequívocamente. Sólo quien lo posee en mayor grado puede medir a quien lo tiene menos o no lo tiene

  2. Estimado Antonio;
    Sabemos como conducir de forma segura, sabemos como construir edificios resistentes, sabemos como dirigir la finanzas de forma ética, sabemos…, pero como bien dices Antonio, ¿Cuál es nuestra voluntad para hacer el bien, que sirva a los demás?

    Saludos,

  3. La disonancia cognitiva es la que gobierna y sella nuestras creencias y actuaciones. Si son erróneas sólo el encuentro sincero con la ética de las virtudes nos ofrece la posibilidad de cambiarlas o modificarlas. Si no seguiremos auto-engañados ética y moralmente.
    Saludos.

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