La idea me vino a cabo a la mente hace unos días cuando, haciendo tiempo en la sala de espera de un médico, tomé un artículo reciente sobre la Responsabilidad Social (RSC) «política», es decir, enfocada a resolver los problemas de la sociedad, que el Estado y la Administración Pública no son capaces de entender. O sea, sobre el papel de la empresa como entidad «política», con fines que van más allá de la gestión de la sus stakeholders internos y los externos próximos (clientes, proveedores…), para alcanzar a la comunidad y a la sociedad en general. Los autores partían de la concepción friedmaniana de la RSC, como deber exclusivo para con los accionistas, dentro del paradigma de la maximización del valor. No les convencía, claro, y por eso buscaban alternativas. La tesis de los autores era que la RSC había que contextualizarla en cada lugar y momento: ellos lo explicaban como la necesidad de entender la RSC como influida por la «ideología» vigente en la sociedad en cuestión: el paternalismo de la RSC europea del siglo XIX, por dar una fecha aproximada, enlazaría con la ideología de la benevolencia del propietario autoritario; la filantropía del modelo americano del siglo XX enlazaría con la ideología de la eficiencia tecno-managerial.
Y se me ocurrió que faltaba algo. Que todos esos planteamientos giraban alrededor de la dicotomía persona – Estado, o quizás de la tricotomía persona – mercado – Estado. Y me faltaba otro protagonista, muy querido por la Doctrina Social de la Iglesia católica: la sociedad. Friedman diría que la sociedad no existe, solo existen los individuos, de modo que solo cabe repartir las tareas entre el individuo, solo o agrupado en actividades voluntarias (y aquí aparecen las empresas), y el Estado, al que le tocaría sentar las bases para que el individuo consiguiese sus fines de la mejor manera posible, de modo que su libertad fuese compatible con la libertad de los otros. Las otras dos ideología, paternalismo y filantropía, seguirían siendo modos de definir el papel del individuo en relación con el Estado. El paternalismo vendría a decir que el Estado no es sino un super-padre, que debería llegar donde no llegasen los padres de familia y los padres-de-familia-ampliada-que-llamamos-organizaciones-incluidas-las-empresas. Y la filantropía sería la manera de proyectar la eficiencia que el propietario había mostrado, haciéndola llegar a los demás.
Claro que meter a la sociedad en todo esto nos lleva a la complicada relación entre la persona y la colectividad. Pero la solución friedmaniana o thatcheriana no convence. Y tampoco la colectivista, claro. Y se me ocurrió que sería bueno elaborar la escala de responsabilidades de la persona aislada, la persona en grupo (familia, empresa, asociación, amigos…), la persona en grupo grande (pueblo, ciudad, nación…) y la persona en la sociedad total, pasada, presente y futura, y, por en medio, la responsabilidad de cada grupo (familia, empresa, barrio, país) con sus ciudadanos y con los demás grupos. El Estado y la Administración pública entrarían en algunas de esas instancia, pero no en todas. De modo que no habría un binomio persona – Estado, ni siquiera un trinomio, sino un polinomio…: un conjunto de responsabilidades que yo tengo frente a todas esas colectividades, y que esas colectividades tienen para conmigo y unas para con otras.
Ahí estaba cuando me tocó entra a la consulta (no os preocupéis, nada grave). Estoy buscando otra oportunidad para ir a ver a otro médico, para ver si se me ocurre cómo seguir pensando en estas cosas… Entre tanto, si tenéis críticas, sugerencias o comentarios que hacer, serán bienvenidos.
Así es. Algo falta. Y es la distinción individuo-persona. Tomás de Aquino la llamó ser-actodeser y Aristóteles potencia-acto. Creo que en este caso se trata de individuo-persona. Pero ya dentro del individuo solamente, falta entender la irracionalidad como algo voluntario, distinto de la razón, que explicaría mejor las funcionalidades RSC. En la 3ª parte de AT2 (Polo) están estas precisiones y citas a otros libros, de Polo y et. al., que se las está perdiendo, profesor. Recomiendo llevarlo a sus citas médicas y seguro se sentirá mucho mejor antes de entrar