Con el año a punto de cambiar, me he parado a pensar sobre las dificultades con que se encuentra la moneda única, para un libro que estamos preparando el profesor Antoni Castells y yo, para la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras.
La introducción del euro fue una buena idea, ya lo he comentado otras veces. Es bueno que algunas decisiones se tomen de forma centralizada: aquellas en las que hay ventajas claras, porque proporcionan bienes públicos que a todos interesan, y que los países separados no pueden proporcionar; o porque tienen efectos externos claros, positivos o negativos, que fluyen de un país a los demás.
La estabilidad financiera es un claro bien público, como la crisis financiera reciente ha puesto de manifiesto. Si la deuda griega pierde valor (estoy pensando en lo que ocurrió hace ahora ocho años), salen perjudicados los ciudadanos griegos… y los demás. Porque si los bancos alemanes han comprado deuda griega, y esta pierde valor, el balance del banco se deteriora, y puede poner en peligro la misma continuidad del banco. O a lo mejor de otro banco, que no compró deuda griega, pero el público piensa: si el otro banco ha tenido problemas, ¿por qué no este? Y la pérdida de confianza en el sistema financiero es un daño para todos. Por eso, los alemanes (y todos nosotros) tenemos interés en que los bancos griegos (o los españoles, claro) sobrevivan.
Me diréis que eso lo pueden arreglar negociando los bancos alemanes con el gobierno griego. Pero el problema va mucho más allá porque afecta también a los bancos de otros países, y a los otros gobiernos. De manera que hay que buscar soluciones supranacionales. Para eso está la Unión Económica y Monetaria.
Pero en cuanto ponemos este ejemplo, empiezan a aparecer otros problemas. Interesa que la deuda griega no pierda valor, pero no podemos pretender que los griegos sean capaces de pagar los intereses y devolver toda su deuda. De manera que la pérdida de valor es inevitable. ¿Quien tiene que pagar los platos rotos? Los bancos alemanes, dirán algunos. Pero todos nos beneficiamos de que los bancos alemanes sean sanos, porque, ya lo he dicho, si ellos fallan… ¿por qué no los de otros países?
Eso significa también que la solución de los problemas de la zona euro es compleja, y en ella entran muchas variables. Por ejemplo: el gobierno alemán tiene que colaborar con el griego en la búsqueda de la solución, porque esto es para el bien de todos los europeos. Pero los bancos alemanes tienen un problema, si la deuda griega pierde valor. De manera que el gobierno alemán tiene un conflicto de intereses: le interesa el bien de toda Europa, pero también le interesa el bien de sus bancos, que es un bien actual, más urgente (para el gobierno alemán) que el futuro de Europa.
Bueno, lo que quiero decir es que tendremos que seguir pensando sobre estos problemas… Entre tanto, feliz año nuevo a todos…
Le sugiero releer Filosofía y Economía de Polo el capítulo Libertad y Tiempo, profesor. Pero deseo aportar algo más cuantitativo y es que las construcciones ortogonales de espacios Cobb-Douglas no es realista. Es imposible considerar al tiempo como coordenada covariante. La ortogonalización así lo exige y eso es absurdo, ni siquiera puede llamarse «aproximada». Lo que debe hacerse es construir bases co-contra-variantes para que expresen la realidad temporal de los créditos. Toda aproximación ortogonalizada fallará inexorablemente. Esperemos que el próximo año las escuelas de economía revisen su pasado a-temporal engañosamente manipulado por los inexpertos banqueros, nada realistas.