«En todas partes cuecen habas», dice el refrán español. En todas partes hay problemas éticos: «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Pero, hay que reconocerlo, en algunos sitios hay problemas éticos más grandes, por sus consecuencias. Si pienso mal de mi vecino, es mi problema. Aunque es probable que esto tenga consecuencias para otros. Primero, porque seguiré pensando mal de mi vecino. Y de otros vecinos. Y porque quizás le trataré con cierto desprecio. Y agriaré mi carácter, convirtiéndome en un malpensado. Y esto ya tendrá consecuencias mayores.
Las finanzas son uno de esos ámbitos en que las consecuencias (personales, organizativas y sociales) pueden ser graves. La culpa no es de las finanzas, que son un instrumento excelente y útil, que alguien tendría que inventar si no lo hubiésemos inventado hace siglos. Pero algunas consecuencias de los fallos éticos de las finanzas son graves. Por ejemplo: la creación de burbujas financieras, que estuvieron en la base de la crisis que empezó alrededor de 2007. O las manipulaciones de precios de los activos financieros en el Libor, el Euribor, el mercado de metales preciosos y el de moneda extranjera. O los engaños a los clientes, a la hora de venderles algún producto financiero. O las operaciones innecesarias de compra y venta de productos a cargo de los fondos (lo que los anglosajones llaman churning). O la creación de riesgo excesivo en los mercados, hasta la crisis (y después también).
«¡Un momento!», me dice el lector. «Esos son problemas técnicos, no éticos«. No estoy de acuerdo: algunos son problemas muy directamente éticos, como el de «venderle» un televisor de gran pantalla a una pobre inmigrante sin apenas recursos, al tiempo que le concedían un crédito para rehacer el sepulcro de sus padres… Otros pueden ser técnicos, como el del riesgo excesivo, pero también es ético. Como ya he explicado otras veces, no hay problemas éticos: hay problemas, que son a la vez técnicos (económicos, ingenieriles, biológicos), y sociales, y políticos, y éticos. Y son éticos no porque afectan a otros, sino porque me afectan a mí, en primer lugar. Cuando yo engaño al cliente, me hago daño a mí mismo, mucho antes de que lo reciba el cliente. Ya lo he explicado antes.
En finanzas, los problemas técnicos son también éticos. Por ejemplo, la asimetría de información: una parte sabe más que la otra y, por tanto, juega con ventaja. En el ejemplo del televisor, el que sabe más es el vendedor; en otros casos, es al revés: el que pide un crédito con la intención de desaparecer antes de devolverlo «sabe» algo que el acreedor no sabe. Otro ejemplo: la asimetría de poder que, de nuevo, puede estar en una parte o en la otra. Como decía no me acuerdo quién, si usted debe 100 euros y no puede pagarlos, usted tiene un problema; si debe 100 millones de euros… el problema lo tiene el banco.
«Vale», me dice el lector, «pero, ¿por qué hay tantas conductas no éticas?». Dejaremos la respuesta para otro día. Pero antes quiero agradeceros vuestra fidelidad a este blog, que celebró el pasado día 11 su octavo año de vida, con más de 1.600 entradas.
Estimado profesor: antes que se descubrieran incluso las matemáticas, ya existían las virtudes y los vicios. Las virtudes, como afirma Polo en Filosofía y Economía, son para ganar tiempo y los vicios para perderlo. Eso es lo más clásico y coherente del mundo, previo incluso a las finanzas. O ganamos tiempo en esta vida o lo perdemos. Todo depende de nosotros. Y si otro nos hace perderlo es por falta de conocimientos (errores personales) y hay que enseñarle, o puede ser por vicios suyos (no nuestros) hay que darse cuenta antes de que se nos vaya la vida en ello.