En la entrada anterior sobre este tema prometí explicar algunos aspectos de la cultura vigente en algunas (¿muchas?) entidades financieras y mercados, que explica, me parece, la aparición de problemas éticos en algunas decisiones. Explicaré cuatro.
- Too–big-to-fail: algunas entidades son demasiado grandes e interconectadas para que se les pueda dejar caer sin más. Esto lleva a problemas de riesgo moral (asumir demasiado riesgo porque «ya nos salvarán»), una ventaja competitiva injusta (el rating de esas entidades es mejor, porque tienen la garantía, implícita o no, de que, si pasa algo grave, las autoridades las rescatarán: por tanto, tipos de interés más bajos que los de la competencia), más influencia política (el tamaño cuenta, a la hora de negociar) y, a la larga, una filosofía: hay que “ganar, cueste lo que cueste”.
- Políticas de remuneración. El modelo de la banca cambió de «originate-to-hold» (prestar para guardar en la cartera) a «originate-to-distribute» (prestar para titulizar y vender rápidamentre), lo que permitió aumentar el volumen de negocio, despreocuparse de la solvencia del cliente y, por tanto, crear mucho más riesgo. La clave del negocio para los empleados era ahora llevar a cabo más operaciones y generar más comisiones.
- Inseguridad en el empleo, típica de la banca de inversiones y de otros intermediarios financieros (y no solo en las finanzas). El criterio de valoración del empleado es «solo cuenta lo que aportas hoy”; la única métrica empleada es la aportación a la cuenta de resultados, y no en el largo plazo, sino en el muy corto. Esto va acompañado de despidos colectivos sin preaviso: como explicaba una investigadora americana, que lo había experimentado en sus carnes, el personal de Recursos Humanos llega a una oficina, dicen a todos los empleados que pongan sus cosas en una caja de cartón y se marchen; no se pueden llevar nada más que lo que sea suyo personal. El mensaje es muy claro para todos: aquí lo único que cuenta es «sobrevivir a toda costa”.
- Hay otros ejemplos. Por ejemplo, algunas entidades se especializan en diseñar estrategias de elusión fiscal para sus clientes: dentro de la ley, si es posible, pero también saliéndose de ella cuando conviene.
Todo esto nos lleva a una conclusión sombría: las faltas de ética en muchas entidades financieras no son manzanas podridas, sino cestos, incluso almacenes enteros, que tienen la curiosa propiedad de pudrir sus manzanas, creado los incentivos que llevan a las personas a actuar de manera inmoral. ¿Siempre? Y ¿hay alguna solución? Pido un poco más de paciencia al lector…
Hola Antonio: Te sigo y leo todo lo que publicas. Cuando veo la oportunidad, lo comparto.
Este post me recuerda a una conversación que tuve ayer con un antiguo alumno, que acaba de ser despedido de una entidad financiera. Bastó una llamada telefónica desde Recursos Humanos (¿?).
Le escuché porque lo necesitaba y juntos, hicimos un proyecto personal con objetivos concretos. Tiene a la vista una entrevista con la directora de Marketing de una empresa. Esta directora, también es antigua alumna.
¡Gracias por compartir!. Un abrazo.
El otro error que le comenté, profesor, es el de los dígitos significativos, que se análoga fácilmente al del ciclo. Aunque es fácil hacerlo, es muy difícil entenderlo: es la diferencia entre número racional y número real. Polo también resuelve las paradojas de Cantor y Turing con su Física de Causas.
Sigue siendo válido decidir, pero hay que saber corregir cuando algo no va como se esperó. Es la posibilidad de errar, tan humana y tan simple. Porque formamos parte de un movimiento circular jerárquico: psicológica, biológica, sociológica y económicamente hablando. Si no se respeta esa jerarquía, se deriva hacia otro final, distinto al planeado.
No es que no se pueda saber nada… que todo es relativo… no se trata de eso. Los límites se encuentran en el orden del tamaño de Planck (10 a la menos 35 mt.), es decir, hay límites pero están muy lejos de nuestras exactitudes. Se puede confiar en lo que medimos, contando con que existen esos límites.