«A ver qué tontería nos cuenta ahora Antonio…» Pues resulta que hace unos días me puse a trabajar, había ruido a mi alrededor y decidí poner música para aislarme. Busqué un video en Youtube (el concierto de piano nº 2 de Rashmaninoff) y… me quedé enganchado. No por la música, o no solo por la música, sino por el espectáculo de unas cuantas personas trabajando juntas. Y se me ocurrió pensar que la orquesta del Festival de Lucerna, dirigida por Claudio Abbado, era una empresa. Y lo es, claro, aunque un poco especial.
Un grupo de personas reunidas para hacer algo juntas. Algo en lo que todos están de acuerdo, aunque, eso sí, por motivos muy distintos. Cada uno tenía su papel, empezando por la pianista, Helène Grimaud. Y cada uno tenía sus minutos de gloria, cuando la cámara las enfocaba porque «ahora le tocaba a él» destacar. Y los demás lo veían como lo más natural. Porque todos dependían de todos: si alguno hubiese desafinado, el video no estaría en Youtube y todos habrían fracasado. O sea, el éxito era de todos. De vez en cuando, alguno se quedaba quieto: ahora «no le tocaba actuar». Esperaba. Como en la empresa, claro. Los demás también esperarían cuando él tuviese un papel destacado. Cada uno tenía sus «tics»: una violinista miraba al director y a la partitura cada tres segundos…; el de al lado, cerraba los ojos continuamente…
Todos «sentían» lo que estaban haciendo: el trabajo tenía un sentido para ellos. Era delicioso: cerraban los ojos, «sintiendo» la música; miraban al de al lado –hemos de ir a la par-, miraban al director –el CEO. Todos se identificaban con lo que hacían; el aplauso sería para todos, y aunque el más fuerte sería para la pianista y el director, a todos les parecía bien. Vamos, eso me pareció a mí. Habían aprendido a poner el grupo por delante de ellos mismos: cada uno podía decir que «así triunfo yo, con todos». Y si triunfan ellos, bien: no me lo quitan a mí…
Había un ausente. Importante. El compositor: no se le veía, pero «estaba allí», más que todos los demás. En la empresa están los propietarios, que no aparecen más que el día de la Asamblea General. Y el director, porque, si él triunfa, triunfamos todos. Cada uno practicaba su profesión, la opción que había tomado, y la estaban sintiendo con toda su plenitud. ¡Cuántas horas de cada uno, de los instrumentos en grupo, de todos juntos…! Bueno, y el director seguramente cambiaba con frecuencia, de modo que había adaptarse a otro estilo, aprender otras cosas… ¡sus manías! Pero eran las manías de alguien que sabía lo que todos estaban haciendo… Cada uno sabía lo que tenía que hacer, lo que todos esperaban de él, y lo hacía.
Una empresa, sí. No lo parece: en la empresa no actúan todos a la vez, pero están todos, todos los días, haciendo lo que deben hacer, lo que cada uno sabe que tiene que hacer, mirando a sus colegas, mirando la partitura, mirando al jefe… El cliente está sentado en el patio de butacas; nadie le prestaba atención, pero trabajaban para él. Seguramente, al marcharse, cansados, como todos nos cansamos cada día en nuestro trabajo, harían sus juicios -el de la trompa estaba un poco distraído hoy; la pianista es formidable; he estado a punto de hacerme daño en el labio con la flauta… Al llegar a caso: ¿qué tal? ¡Oh, bien, como siempre! ¿Volverás? Sí, claro, el martes hemos quedado para practicar; la semana que viene nos toca Mozart… Una empresa, como todas. ¿No os parece que sería todo más bonito si, cuando vamos a comprar unos zapatos, o a ver una película al cine, pensásemos que estamos presenciando un concierto?
Me ha hecho gracia este artículo porque de alguna manera ya lo veía así desde siempre. Cuando entro en cualquier negocio, compro cualquier servicio o producto siempre me gusta pensar en todo lo que hay detrás para que yo como cliente ahora este disfrutando de ese producto o servicio.
Extrapolando un poco también diría que nosotros como individuos o trabajadores somos el conjunto de las empresas o experiencias laborales por las que hemos pasado. Hace nada estaba solicitando el informe de vida laboral en esta web https://www.emprendexl.es/vida-laboral y ese pensamiento invadió mi mente. Yo como trabajadora soy el resultado de todas las experiencias en diferentes empresas en las que he sido empleada
Increible, los pelos de punta, gran articulo y muy acertado todo, mis dieces.
La sincronía. .. se siente!
Gracias Antonio por tu post.
Siguiendo tu ejemplo, he pensado que la partitura de una obra musical es como la estrategia que todos los miembros de la organización deben conocer perfectamente, para que entiendan la importancia de su misión individual y el resultado sea un éxito colectivo.
Te parece apropiado?
Un abrazo y de nuevo gracias.
¡Has acertado plenamente! Gracias por tu comentario. Bueno, gracias a todos: aprendo mucho de todos y de cada uno…