Hace unos días estuve trabajando en casa y, como hago a veces, puse música: el Bolero de Ravel, en youtube. Y leí los comentarios que aparecen allí. Me llamó la atención el primero, que decía que el héroe del concierto no eran los solistas, ni el director de la orquesta, sino el percusionista, que se pasó 17 minutos marcando el ritmo, imperturbable, con su tambor, sin un fallo.
Me acordé de los héroes anónimos que tenemos en nuestras organizaciones. En el IESE solemos pedir la opinión de los participantes en las actividades, y siempre me llama la atención que las mejores calificaciones se van a los del restaurante o la cafetería, la imprenta, las secretarias del programa… y eso que no conocen toda la historia, todo el back office, que hace posible que los profesores hagamos un papel decente. O sea: los participantes vienen a escucharnos a nosotros, pero se marchan encantados por todos los héroes anónimos que hacen posible el éxito del conjunto. Y eso pasa en todas partes: siempre hay personas que se dejan la piel porque aquello salga bien.
¿Moralejas? Una: todo trabajo puede ser una maravilla, también el de mantener un ritmo aburrido durante horas, sin un despiste. La calidad de un trabajo no se mide por el salario, ni por el título de la persona que lo hace.
Dos: el éxito depende de todos; en el ejemplo que he puesto, de toda la orquesta. Y, de nuevo, ahí no hay categorías: hoy es el percusionista, mañana será el de la trompa o la del clarinete.
Tres: ese percusionista lo hacía por su remuneración, claro: que se lo pregunten a sus hijos, a los que, seguro, les gusta comer caliente cada día. Pero no solo por su remuneración: hay también una motivación intrínseca, la del trabajo bien hecho. Y otra trascendente o prosocial, la del servicio a los demás. Estoy seguro que el aplauso del público a la orquesta debió sonar a gloria en los oídos del percusionista, cansado.
Cuatro: el director de la orquesta saludó al final al público y a los violinistas de la primera fila, y se marchó, como mandan las reglas; no sé si salió más veces a saludar y si en algún momento felicitó al del tambor. Probablemente este no lo esperaba: había sido un trabajo de todos, todos habían colaborado y todos se llevaron el premio. Los héroes anónimos no piden ni esperan alabanzas. Pero es de justicia dárselas, siempre.
Es bonito pensar que en nuestras organizaciones hay muchos héroes anónimos. No dejemos pasar la oportunidad de reconocerlos y de agradecérselo.
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Gracias don Antonio, muy buen comentario.
Mañana comienza una capacitación en mi empresa y leeré su posteo a los trabajadores.
Excelente profesor, un grato saludo desde esta web de finanzas y economía, donde estoy aprendiendo muchísimas cosas nuevas. Espero que otros alumnos también sigan su paso querido profesor, y seguro que la economía mundial va a mejorar en gran manera.
Un caro ejemplo de sincronía. Gracias profesor!
Perdón. Quise poner «claro ejemplo» pero mi tlf se des-sincronizó
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