La serie Chernobyl de HBO está removiendo las aguas. No la he visto entera, pero lo que he visto me ha gustado. Muchos comentarios que se han hecho sobre ella apuntan a lo mismo: las terribles consecuencias de negar la verdad, de no querer reconocer la verdad, de negarse a aceptar que la verdad se interponga en nuestra vida. Muchos han dicho que es una denuncia de la mentira que presidía el régimen soviético. Gorbachev reconoció en una entrevista en 2006 que Chernobyl fue el factor que puso en marcha la caída de la Unión Soviética.
La serie, muy bien hecha para mi gusto, recoge todo el desarrollo del conjunto de errores que llevaron a la explosión del reactor número 4 de la centra nuclear el 26 de abril de 1986, hechos posibles, agravados y multiplicados por la resistencia a reconocer esos mismos errores. Lo primero que dicen los que estaban allí cuando se oye la explosión es «no hemos hecho nada mal». Y otro: «yo estaba durmiendo». El régimen no podía reconocer esos fallos, de modo que todos tratan de pasarlos a los demás. Lo que más importa es encontrar al culpable.
Lo alarmante de Chernobyl, tres décadas después, es que esa mentalidad sigue viva, no solo en la extinta Unión Soviética, sino también en nuestra sociedad. El ser humano no puede vivir en la mentira, de modo que, como explica una entrada en Letras libres, todos se esfuerzan por mantener una narrativa que permita a cada uno identificarse como una persona decente y leal, en un mundo montado sobre la mentira. La posverdad es otra manifestación de eso mismo: nos guiamos por la simpatía y la emoción más que por los hechos. La gente, dice ese blog, no se conecta con los medios para conocer los hechos, sino para reafirmar sus opiniones y perjuicios.
En la reunión del Comité del Partido Comunista que tiene lugar la noche de la explosión, el político veterano anima a sus colegas a luchar contra la desinformación, o sea, contra los que dicen la verdad. ¡Qué malos eran!, podemos pensar nosotros. ¿De verdad? ¿De verdad nosotros actuamos siempre con la verdad por delante, distinguiendo la verdad de la mentira, los hechos de las opiniones, lo que es seguro de lo que solo es probable, o posible?
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Grande profesor, yo acabo de terminarla y me impacto como un puñado de gente sin conocimientos puede decidir sobre la vida de millones de personas, incluso sabiendo que sus errores y mentiras podrían llevar a un final horrible
Estimado profesor: como siempre cito a Polo que, en su libro Antropología de la Acción Directiva, tiene, a su vez, esta cita: «Sobre el miedo y la mentira en relación con la dirección de las empresas, cfr. LLANO, C., El empresario y su mundo, McGraw Hill, 1991». Muy buenos ambos libros que recomiendo re-leer