Cuando yo era pequeño, mi padre me llevaba de vez a cuando a su tertulia de los sábados, con unos cuantos amigos, todos navarros inmigrantes en Barcelona, como él, que perdían el rato, calculo que un par de horas más o menos, hablando, comentando, criticando, contando historietas… El café era la excusa. Y ninguno consideraba que era una pérdida de tiempo.
Leí hace poco algo que cuenta Yuval Noah Harari en «Sapiens». Dice que antes la gente pasaba horas escribiendo cartas a la familia, a los amigos, a otras personas. Luego llegaron los ordenadores y los móviles, lo que nos permite hacer lo mismo en unos pocos minutos. La conclusión lógica sería que ahora nos sobra tiempo. Y no es así: lo que hemos hecho ha sido escribir a más gente y con más frecuencia, o añadir otras tareas a nuestra agenda diaria. Y no nos parece una pérdida de tiempo, como no le parecía a mi padre y a sus amigos la tertulia de los sábados.
Todo esto viene a propósito de una idea que recojo de Aceprensa, de hace unas semanas: las máquinas no nos hacen trabajar menos. La idea de que, con el progreso tecnológico, nos sobrará tiempo para dedicarlo al ocio, a la cultura, a pasarlo bien… no cuadra con la condición humana. Pero tal como escribo esto, me entra una duda: ¿qué diría Aristóteles sobre esto? Pues probablemente que dedicaríamos más tiempo a pensar, a hacer ciencia, a aprender cosas nuevas…
¿Y qué vemos a nuestro alrededor? Que la gente sigue haciendo más cosas, trabajando más horas en producir. ¿Porque queremos ganar más? ¿Porque la vida es muy cara y no podemos prescindir de ganar más? ¿Porque queremos hacer más que los demás? Me parece que hay algo de todo esto, pero también que el ser humano tiene unas capacidades muy ilimitadas, y que «necesita» aprovecharlas. Alguno optará por trabajar más, otro por estudiar… En definitiva, diversas maneras de ser social, de estar con los demás, de colaborar con ellos, de ir más lejos, de ser útil… ¿O soy demasiado ingenuo, al valorar así la condición humana?
Sin duda alguna, es una observación muy acertada y desde un punto de vista del todo original. Todos imaginamos alguna vez que el progreso nos tarería una vida de desasosiego y contemplación, cuando la técnica se centra en ahorrarnos trabajos repetitivos, tediosos y peligrosos. Y con este «nuevo tiempo» nos dedicamos a nuevos empleos que surgen a raíz de el avance técnico.
Querido Profesor, como bilbaína comparto su opinión. En mi tierra la gente vive en la calle, aunque llueva, socializamos mucho. Apoyo la tecnología, sin duda es importante y debemos avanzar con ella, pero más importante es el pensamiento que apunta de Aristóteles.
Gracias por este post, hay que incidir constantemente en ello, en especial para la educación y cultura de las nuevas generaciones.
Lo que pasa profesor es que ahora se pierde el tiempo en movilizarse para hacer más cosas. Ingenuamente puede pensarse que es para ganar más plata, cierto; pero lo que pasa es que tenemos en la cabeza ideas «raras» como que el aceite se puede dividir hasta el infinito y siempre seguirá siendo aceite y no es así. Llega un momento que que se vuelve protones, neutrones y electrones y si seguimos, llegamos a las híper-ondas (al menos así lo podemos razonar matemáticamente). Ya dejó de ser aceite hace rato… Los precios deben ponerse en función de la frecuencia (inverso del tiempo) y ese es el error. Si nos demoramos mucho en pasar por una avenida, su frecuencia es tan baja que el precio es muy bajo (a pesar de los impuestos, peajes, etc.). El precio debe ser el producto de una constante (la de mi libro) y la frecuencia. Las distorsiones que se producen a este precio son una parte de nuestra «ingenuidad» que se manifiesta (según las teorías del continuo) a través de la productividad marginal y así aparece, en el espacio de commodities, la necesidad de ajustes (intercambios, estadísticas, etc.) que los antiguos llamaron «mano invisible». El resultado es que los ajustes tienen que acomodarse a sus «ritmos» de modo diferente y el transitorio nos puede desbordar si no se enfoca cuantitativamente así, dada nuestra precaria espiritualidad o exacerbada materialidad