Decía en una entrada anterior que empezar a discutir los problemas éticos de las tecnologías digitales desde el punto de vista del usuario, cliente o sujeto pasivo, era una manera de comenzar, pero quizás no la más comprensible. Vuelvo sobre una idea que ya presenté en mi entrada anterior: nuestras acciones tienen todas un patrón más o menos común, de manera que es fácil identificar los problemas éticos que se presentan.
“La tecnología revela, transforma y controla el mundo, a menudo diseñando y creando nuevas realidades en el proceso. Tiende a generar ideas originales, a dar forma a nuevos conceptos y a causar problemas sin precedentes. También incorpora, pero también desafía valores y perspectivas éticas. En resumen, la tecnología puede ser muy poderosa para la innovación intelectual, ejerciendo una profunda influencia en cómo conceptualizamos, interpretamos y transformamos el mundo” (Floridi 2004, 554-555). Leyendo este párrafo, uno se da cuenta de que la ética tiene dos dimensiones, siempre, pero sobre todo ahora, en las tecnologías digitales.
Una es la personal. Toda acción tiene un objeto, un fin o motivación (o varios) y unas circunstancias. Objeto: qué estoy haciendo: poner una noticia en una red social. Fin: comunicar algo importante o trivial, verdadero, parcialmente verdadero, o falso. Circunstancias: estoy escribiendo con mi nombre verdadero, o con un pseudónimo, o con identidad falsa; escribo un email privado o en una red pública… En el fondo, no es muy distinto de cuando, hace ya años, escribía una carta a alguien. Lo que pasa es que ahora, como ya dije en la entrada anterior, esto es mucho más complicado: lo que digo puede llegar a miles de personas, es muy difícil identificar la verdad o mentira de mi afirmación, alguien lo puede manipular…
La otra dimensión es la que podríamos llamar social, comunitaria o pública. En cuanto que las tecnologías llegan a más personas, el problema se escapa de lo que es mi decisión personal. Bueno, no se escapa: incluso cuando escribía una carta a un amigo y le rogaba discreción sobre lo que yo le decía, lo que yo hacía tenía repercusiones públicas. Pero ahora esto es mucho más importante, y su alcance es mucho mayor. Por eso, la ética de las tecnologías digitales tiene interés social. La dimensión ética de las tecnologías digitales ocupa cada vez más la atención de académicos, políticos y profesionales. La ética, que tradicionalmente se ocupaba solo de las acciones de los humanos, se extiende ahora también a los artefactos diseñados por humanos, porque «cuando los sistemas inteligentes interactúan con los humanos están funcionando, al menos en parte, como miembros de la sociedad» (Burton et al 2017, 23) y, cada vez con más frecuencia, toman decisiones en vez de las personas.
Esto empieza a animarse. Continuaremos.
Estoy muy de acuerdo con su opinión. La red ahora esta plagada de nuevas reds sociales, blogs fóruns e muchas webs de contactos e encuentros. Ahora asta hay web de encuentros para casados y casadas infieles que buscan amante. Y lo mas increíble es que estas webs de contactos están llenas de gente que efectivamente busca contactos extramaritales .
Ya lo dijo Polo: el secreto radica e querer querer-más. En la voluntad. No quedarse en lo conocido sino más
Don Antonio, una reflexión.
Lo que usted dice acerca del alcance de los mensajes que emitimos usando la TI, es una constatación de que las tecnologías aumentan nuestro poder. Sin embargo, el progreso tecnológico no ha ido de la mano con el progreso moral, peor aún, en este último aspecto parece que hemos retrocedido en el último tiempo. Si la brecha se sigue ampliando: ¿Qué futuro nos espera? ¿Qué hacer para apurar nuestro progreso moral de modo que el uso que hagamos de las tecnologías no nos destruya?