En la anterior entrada sobre este título, comuniqué a mis lectores que abría un paréntesis en una serie sobre «La ética y las tecnologías digitales», para comentar la noticia de que la Business Roundtable, una asociación norteamericana de altos directivos de empresas, había decidido reformular el propósito de sus empresas, que dejaba de ser maximizar su beneficio para sus accionistas, para incluir a otros stakeholders en la creación de valor y el servicio. Y en esa entrada me preguntaba si esto era una revolución o no.
No es una revolución, respondía yo en el artículo de Aceprensa del que tomo estas ideas (aquí), porque desde antiguo se ha concebido la empresa como una comunidad de personas, que ha de ser gestionada para todos los que están implicados en ella: accionistas, directivos, empleados, clientes, proveedores… ¿Debe ganar dinero? Sí, claro: si las empresas pierden dinero estamos a las puertas de una crisis muy grave. El beneficio es algo necesario, pero no es el propósito de la empresa. Ese fue el error de la Roundtable durante muchos años: creer que una condición necesaria para la supervivencia de la empresa y su crecimiento era su objetivo.
Hay muchas personas que participan en la actividad de la empresa, proporcionando capital, trabajo, dirección, primeras materias, servicios… Cada una de ellas lo hace porque espera algo; los empleados, por ejemplo, quieren recibir un buen sueldo, pero también aprender cosas nuevas, oportunidades de carrera, un ambiente agradable, sentirse útiles, hacer amigos… Y los accionistas buscan rentabilidad, pero también otras cosas: por ejemplo, poder estar orgullosos de la empresa en la que han colocado su dinero.
El propósito de la empresa no es el beneficio; este es uno de los objetivos de los propietarios, pero ni siquiera es el único. El propósito trata de personas que se juntan para hacer algo en lo que creen. Quieren conseguir aquella larga lista de cosas que acabo de citar, porque les permitirá satisfacer sus necesidades, al tiempo que ellos atienden a las necesidades de los de fuera, los clientes, proveedores, inversores y comunidad local. Tiene razón la Business Roundtable cuando habla de los deberes de la empresa para con todos esos ‘interesados’.
Pero el propósito, el objetivo de la empresa, no es repartir favores entre unos y otros. Dirigir tratando de templar gaitas entre accionistas, empleados, clientes y el fisco puede crear muchos conflictos y distrae a la dirección de la empresa de lo que es realmente importante. Mientras el negocio va bien, todos estarán felices, pero cuando llegan las vacas flacas, los salarios no puedan crecer, hay que despedir, se paga con retraso a los proveedores… el conflicto se hace continuo.
Dirigir es atraer, motivar, formar, remunerar, promocionar y retener a las personas, a todos, accionistas, empleados, proveedores, distribuidores, clientes… y coordinar sus acciones para que participen libre, consciente y voluntariamente en la tarea común. Hoy y mañana, porque la continuidad de la empresa es clave. Ahora sí es posible tener en cuenta a todos los ‘interesados’, para que se lleven lo que esperan… pero también para explicarles, cuando haga falta, que ha llegado la crisis, y que no hay mucho que repartir, de modo que todos tendrán que sacrificar algo, en espera de que vuelvan los buenos tiempos.
Ya lo decía hace años John Mackay, fundador de Whole Foods: “La empresa es algo muy sencillo. El trabajo de los directivos es cuidar a los empleados. El trabajo de los empleados es cuidar a los clientes. Clientes satisfechos cuidan a los accionistas. Es un círculo virtuoso”.
Me encantan sus artículos, espero el próximo. Gracias
Como decía, profesor, en el S XIX recién se descubrió que la máquina perpetua no podía existir y ello se debía a la entropía. Una nueva magnitud que interpretaba el “desorden”. ¿De qué tipo?: falta de sincronía. Ésa era la restricción y hay que ampliarla a la economía y a la biología. La neguentropía la debe poner la dirección. La entropía es la culminación de las magnitudes aditivas del movimiento (físico). Hay otras pero no absorben tanta información. Por ello es que es absoluta, es decir, que no depende del entorno como las otras magnitudes aditivas (energía, patrimonio, alimento, etc.), porque se refiere a la combinatoria de casos propios de un sistema o de su interacción con otros. Y eso vale en quietud o en movimiento, es decir, siempre! Pero al final, producir dependerá siempre de que la entropía física (la que viene del sol) lo permita:des-contaminar. Penrose en La Mente Nueva del Emperador lo describe muy bien. Y es una magnitud, es decir, se puede medir. Cómo hacerlo es lo que planteo en mi libro de la constante de la ecología que Patty va a publicar pronto (al menos eso desea) pero me falta pulir unos detalles. En los premios de la fundación Ratzinger hay una publicación preliminar. También hay un resumen en el IEFLP (nº 59): Ecología poliana: conceptoides y judicoides