Hace bastantes años, cuando la transición política española, a finales de los 1970, tuve ocasión de hablar con un político español que acababa de entrar en el novísimo Parlamento, lo que le suponía tener que viajar cada semana entre Barcelona y Madrid y pasar varios días en la capital. Y me contaba que, algunos días, regresaba tarde, muy tarde, en el último vuelo de Puente Aéreo, llegaba a su casa, cenaba y se sentaba con su esposa, hablando durante horas y contándose todo lo que les había pasado a uno y otra durante su ausencia. Y me dijo que esas largas conversaciones le habían permitido mantener a flote su matrimonio.
Me acordé de esto leyendo hace unos días un artículo en el Financial Times sobre «Secretos de parejas exitosas con carreras duales», porque venía a decir lo mismo. «La combinación de carrera y hogar, decía un entrevistado, «requiere un abismo de coordinación, unas veces a primera hora de la mañana, otras muy tarde, por la noche, recuperando las cosas. No siempre es fácil». Alguno hablaba incluso de un «contrato de pareja», que incluya esas discusiones profundas, sobre valores (los de uno y los del otro), barreras (fronteras) y miedos. Y algunas cosas que se consideran no negociables.
Otros hablan de hacer listas de cosas que hay que hacer, incluído el renunciar a algunas que no conseguiremos (como, dice, tener la casa siempre impecablemente limpia), delegar otras a colaboradores externos (o a los hijos) y repartirse las demás. Los profesionales, dice el artículo, deben revisar continuamente sus objetivos a largo plazo, si no quieren ser absorbidos en la «zona de pánico». Y luego, tomar decisiones a corto.
No hay, dice el artículo, un modelo de familia con carreras duales que sea sinónimo de éxito. «Todo puede funcionar, y todo puede no funcionar». «Las parejas con éxito son las que se paran a preguntarse: ¿qué queremos conseguir, y cómo lo podemos conseguir?». Y, muy importante, tener en cuenta los factores externos, que pueden hacer descarrilar un proyecto: un cambio profesional profundo en la carrera de uno de ellos, un exceso de horas de trabajo, el cansancio, el estrés…
El artículo menciona tres transiciones que considera importantes, en la vida de esas parejas. La primera se presenta al principio: la transición de dos vidas independientes a una común, en la que todo debe funcionar. La segunda, que podríamos llamar de madurez, que es el cambio de luchar por tener éxito a esforzarse por descubrir el propósito de lo que están haciendo. Y la tercera, al final, cuando los hijos empiezan a abandonar el hogar y se aproxima la jubilación de los protagonistas de la historia. Mantener la conversación siempre abierta y en marcha parece importante en todos esos casos.
El artículo acababa refiriéndose a las empresas y su responsabilidad ante los directivos o empleados que tienen carreras duales. Las empresas deben asumir sus responsabilidades, lo que significa que ellas también tienen que hablar largo y tendido con el personal que se enfrente a esas situaciones. Y buscar soluciones, a veces basada en lo que el artículo llama «flexibilidad acerca de los márgenes», como permitir una salida para atender a una reunión en la escuela de los hijos.
SOY PERIODISTA . Y MUY NUEVO EN EL BLOG DE DON ANTONIO. LOS DOS AMIGOS, QUIENES FORMAN PARTE DEL CLAUSTRO DE LA UNIVERSIDAD DEL ISTMO, EN GUATEMALA, Y QUE ME PROPUSIERON EL VÍNCULO, ME HACEN UN GRAN FAVOR.
LO QUE SE PROPONE AQUÍ NO ES UNA UTOPÍA.
Aquí todavía son las 10:23 p.m. del 24/10/20’19.-Lo que me hace pensar esto. Parece que el tiempo ha sido abolido, entre todas las muchas cosas que están siendo dinamitadas, por decirlo de alguna manera. y para seguir, hay que buscar formas totamente nuevas de pensar. Por eso estoy aquí. Gracias.
Es algo asi como sincronizar la sincronía. No puedo pensar algo más difícil que eso!