Siempre me ha atraído la teoría de la dirección humanística, humanistic management. Eso de ver la empresa como un medio para proteger la dignidad de las personas y promover el bien común de la sociedad y el florecimiento humano me parece totalmente adecuado. Hay muchas cosas en la vida que no tienen valor económico, que no entran en la lógica del mercado (aunque hayamos extendido esta hasta límites insospechados), y que merecen ser protegidas. El economicismo se ha pasado en algunos casos.
Pero luego me pregunto si no habrá una teoría humanística de la familia o del hogar, y de los sindicatos, de los partidos políticos, de los centros de investigación, de la universidad, de las escuelas… ¿No deben todas esas instituciones proteger también la dignidad de las personas, su florecimiento y el bien común de la sociedad? Entonces, ¿qué añade la dirección humanística de la empresa?
No tengo respuestas a esto. O mejor, me llevaría demasiado lejos tratar de contestar esta pregunta? Por eso me limitaré aquí a sugerir una distinción, heredada de mi maestro en estos temas, el profesor del IESE Juan Antonio Pérez López, fallecido hace casi un cuarto de siglo: entre organización y empresa.
Juan Antonio definía a la organización como un grupo de personas que coordinan sus acciones para conseguir unos objetivos que interesan a todos, aunque por diferentes razones (cito de memoria, no literalmente); quizás podría añadir que la colaboración de personas es necesaria o, al menos, muy conveniente para conseguir aquello que persiguen todos. Esta definición se aplica a muchas de las realidades que he mencionado antes, desde una gran empresa multinacional hasta el panadero de la esquina, un partido político, un club de golf o una familia.
Y, ¿qué tienen en común todas esas organizaciones? Ser comunidades de personas, con un objetivo o propósito común, que no coincide con los motivos de cada uno de los participantes. Juan Antonio añadiría aquí tres tipos de resultados de esa tarea común, que sería la eficacia (han de conseguir lo que quieren), eficiencia (de modo que les resulte atractiva y no les repela) y que permitan mantener la unidad de esa organización en el tiempo, porque sus acciones sean consistentes, que no lleven a su autodestrucción (aunque esto puede ser tarea de muchos años).
Y cuando hablamos de empresa, hay que añadir a todo lo anterior que es una organización económica, que debe cumplir determinados requisitos, como la cobertura de sus gastos, la recomposición de su capital, la participación en mercados, etc.
Lo que me parece es, pues, que toda organización debe ser humanística, según lo dicho antes: debe fomentar la dignidad humana, el florecimiento de las personas y la consecución del bien común. Luego, cada organización añadirá a esto su propósito particular, que es lo que le distinguirá de las demás organizaciones, todas ellas humanísticas. O, dicho de otra manera, primero hemos de hablar de la organización humanística, y luego añadirle los detalles que vendrán exigidos por su condición de organización económica.
Me gustó mucho el post. Siga escribiendo señor Antonio. Sus consejos son muy útiles para gestionar una empresa.
Juan Antonio coincidía con Polo en cosas como la híper-técnica. Decía Polo en Filosofía Política (pro-manuscripto, pag. 14), que tiene una cita contundente al respecto: “Nadie hace virtuosos a otros sino que uno se hace virtuoso por el feed-back de su actividad”