Hace unos días Robert Sirico presentó en Madrid, de la mano de la Fundación Civismo, su libro «En defensa del libre mercado», recién traducido al español. No pude asistir a la presentación -a pesar de la alta velocidad, Madrid está aún lejos de Barcelona-, pero disfruté leyendo la larga reseña de Expansión (4 de febrero). He aquí algunas ideas que me parecieron oportunas. Pero antes, dos palabras sobre el protagonista.
Robert Sirico es sacerdote y presidente del Acton Institute, un think tank norteamericano que defiende la libertad económica. Leí hace años la historia de Fr. Sirico: izquierdoso en su juventud, gestionaba un comedor de caridad para indigentes; después de darles de cenar, recogía todo e iba a cenar a un bar próximo, donde un matrimonio y su hija se ganaban pobremente la vida. Y un día se dio cuenta de que él actuaba como competidor de esos «burgueses»: si, en lugar de dar de comer él a los pobres, les daba un vale para que cenasen en el bar, ellos no saldrían perdiendo, y los dueños del bar se ganarían mejor la vida. Probablemente, esta no es toda la historia de la «conversión» de Fr. Sirico al libre mercado, pero supuso, probablemente, un paso importante.
En su libro, Fr. Sirico dice que la Iglesia católica no se opone al liberalismo económico, sino a la versión materialista de este, cuando va más allá de la libre empresa, la propiedad privada, la emprendeduría, el Estado de derecho, etc., para proponer que todo lo que hay que hacer es dejar que funcione el libre mercado, sin restricción alguna, es decir, independientemente de su marco jurídico, institucional y social. Sin ese marco, el mercado es como un coche capaz de correr a gran velocidad, sin marcas en la carretera, sin señales de tráfico…
O sea, el libre mercado no se corrige por sí solo, sino que necesita ese marco institucional y legal. Sin él, por ejemplo, la búsqueda del beneficio puede convertirse en un daño social si, por ejemplo, acaba en confabulaciones para subir los precios, en aumento del poder de mercado o en abuso de la asimetría de información que se da entre la oferta y la demanda.
«Los mercado nos dicen la verdad de la oferta y la demanda, pero no nos dicen la verdad sobre quién es el ser humano. El mercado libre no es la salvación del mundo, pero es lo que ofrece la mejor oportunidad para la prosperidad humana y para que cada persona elija en libertad», recogía el artículo de Expansión.
Que los mercados tengan libertad de mercado creo que es muy importante, pero veo complejo como resolver que en ese libre mercado la sociedad (todos nosotros) sea capaz de no exprimir los recursos del planeta de forma irreversible. Esa punta de lanza puede ser la que termine con el libre mercado para tener una regulación aun mayor por obligada supervivencia.
El ejemplo de Robert Sirico me parece extraordinario y muy interesante, pero qué ocurre cuando la competencia no es legal. Me explico, cuando tienes una pequeña empresa que cumple con todos los requisitos legales y tienes que ir al mercado contra ilegales. Si el Gobierno no regula, al final el empresario tendrá que convertirse también en ilegal, ¿no?
Me interesa mucho esta entrada, creo que todo intervencionismo de las autoridades puede ser perjudicial, aunque tampoco soy partidario de la regulación salvaje del mercado por el propio mercado.
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En el libro Psicología Clásica, Polo nos dice: «“Cuando nosotros establecemos las trayectorias de las operaciones y su cauce, siempre nos aparecen de una manera lineal; pero en rigor la vida de los animales no es lineal, sino más bien cíclica. Todo está terminando y empezando. Mejor dicho, está terminando en cuanto que está abocando a empezar. En cambio, el análisis nos da la vida, las operaciones vitales, más bien como una línea. El análisis hace bien, pues no puede hacer más. Pero insisto en que todo lo que digamos debemos recordar que hay que verlo englobado en una unidad que no tiene puramente un carácter rectilíneo. Las operaciones vitales de los animales no empiezan ni acaban, sino que están en el seno de su vida”. El análisis lineal, a través de números reales, manifiesta la vitalidad interior (a través de números complejos) que todavía no es libre, es decir, vale para DNA’s, pero no para la libertad interior