Veo en el Social Sciences Research Network (SSRN) un interesante documento de Jaap Winter sobre «La deshumanización de las grandes empresas» (aquí), el que señala cinco frentes en los que ha avanzado esa deshumanización. Los presento sintéticamente:
- La teoría de la empresa, a partir de Milton Friedman y la tesis de que la responsabilidad de las empresas es la maximización del beneficio para los accionistas, seguida de la teoría de la agencia, sobre todo en la obra de Jensen y Meckling, con la tesis de que hay que remunerar a los directivos en función de los beneficios para los accionistas. «Y de este modo, concluye Winter, lo empresa se aliena más y más de la sociedad».
- El desarrollo de los mercados de capitales y la inversión institucional, que ven a la empresa como un conjunto de activos con valor, lo que justifica fraccionar las empresas para vender sus componentes: no existe «la empresa», sino ese conjunto de activos.
- Las teorías de la organización y de la eficiencia: la búsqueda sin límite de la rentabilidad para maximizar el valor para el accionista mediante la reducción de costes, especialmente de los costes del trabajo: los empleados no contribuyen a la prosperidad de la empresa, son solo un coste. De ahí se derivan unas prácticas que tratan a la empresa como una máquina para conseguir objetivos predeterminados, control de los empleados y procesos formalísticos de control burocrático.
- Regulación, desarrollado por la burocracia dentro de las empresas y en su entorno, bajo la ilusión de que la empresa puede ser manejada como quiere una sociedad que no acepta el fallo y el fracaso. Todo fallo debe tener un culpable y dar lugar a nuevas reglas que aumenten el grado de control, lo que reduce la responsabilidad de los agentes por lo que les pasa a los demás…
- Remuneración, a base de incentivos para generar valor para los accionistas, alineando los incentivos de los directivos con los intereses de los propietarios, lo que favorece políticas que invitan a mentir al establecer los objetivos y al justificar su consecución: incentivos para destruir la conciencia moral.
El resultado de todo lo anterior es una excesiva racionalización, que lleva a la pérdida de valores y a la deshumanización de la empresa, a la alienación de accionistas, directivos y empleados; la ética no tiene cabida en todo esto…
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
El mayor activo que tienen las empresas son sus empleados. Si estos están felices en su puesto de trabajo, harán de employer branders y serán los primeros en hablar bien de la empresa en la que trabajan, además de ser más eficientes y productivos, contribuyendo al crecimiento de la empresa.
Como bien dice Sellés en Teología para Inconformes (pag. 138): «cuando el ser humano acepta el mal, se despersonaliza, y como la mengua de su acto de ser repercute en su esencia, se deshumaniza. No son equivalentes, por tanto, la ‘despersonalización’ y la ‘deshumanización’. La primera es más grave que la segunda y origen de ella. El pecado se comete primero en la intimidad humana e implica ‘despersonalización’, y después se manifiesta en la esencia del hombre y comporta ‘deshumanización’. A la par, las acciones pecaminosas que se ejercen con la ‘naturaleza’ corpórea humana van siempre contra ella misma, e implican una ‘desnaturalización’»