Leí hace poco una entrada de blog en la que el autor criticaba la idea de algunos de que, en una sociedad perfecta, no haría falta la ética. No es nuevo: ya lo dijo Marx; si las cosas van mal es porque la organización de la sociedad capitalista es tal que algunos, propietarios del capital, pueden quedarse con todo o parte de lo que aportan los otros, los proletarios. De modo que una sociedad en la que no exista la propiedad privada de los medios de producción no produciría los daños que vemos ahora en las sociedades capitalistas: desigualdad de ingresos y riqueza, acumulación de poder en algunas manos, control de la política por el capital, etc. Corregido esto, la sociedad sería perfecta. De hecho, lo probaron algunos, y no les salió bien, pero siguen pensando que tenían razón, al menos mientras «el» problema fuese la explotación.
En la empresa, me dirá el lector, esto no ocurre, porque la realidad se impone siempre. De acuerdo, pero me parece que hay muchos que piensan de modo parecido a los del párrafo anterior: no en cuanto a la propiedad privada, sino a cómo es posible conseguir la perfección si organizamos las cosas de determinada manera, científica, infalible.
Desde esta perspectiva, los empleados son un coste que hay que minimizar. Y como no hay manera de prescindir de ellos, conviene aplicar un conjunto de prácticas que reduzcan las posibilidades de error. Por ejemplo, a la hora de valorar la performance del empleado. Para eso tenemos ahora los KPI (Key Performance Indicators), los sistemas de control, las herramientas digitales de fijación de objetivos y de compliance, todo dirigido a conseguir que los resultados del empleado sean siempre coincidentes con lo que las predicciones nos dicen. O sea, como los que he citado más arriba, tratan de conseguir la empresa perfecta, la empresa en que solo hay certeza y predicibilidad. Esto supone que los empleados son instrumentos que, debidamente controlados, dirigidos e incentivados, pueden ser instrumentos perfectos. Eso es lo que algunos llaman Control, Constraint, Compliance y Contracts. Los expertos ya saben lo que cabe esperar: lo que hay que hacer es dejarles que lo planifiquen y controlen todo.
Pero el ser humano es, siempre, imprevisible. Claro que, debidamente estructurado, controlado y mandado, podemos conseguir muchas cosas de él. En concreto, que incline la cabeza y diga que sí a todo. Pero estamos echando a perder el recurso más importante de la empresa. Claro que no habrá fallos éticos: los informes serán impecables. Supongo que los informes periódicos que se elaboran en el infierno también lo son.
Es que la producción humano-física ni siquiera puede ser medida con precisión mayor que lo que permite el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. El teorema de Gödel lo demuestra para otros campos no-físicos, y Polo ha sido el único en darle marco antropológico a dicho teorema. Supongo que en el infierno es fácil engañar a los que allí llegaron. Pero por eso yo siempre motivo a entender la teoría ondulatoria, que lucifer algún día conoció pero que cada vez menos la «domina». Somos nosotros los que le damos pie a ello cuando lo secundamos
Sin ética el pueblo toma la rienda ahí sucede Stalin y todos sus ramas y 40 años de atraso. La revolución francesa con generaciones de eruditos pasados por la guillotina por el pueblo, y esi demuestra que el que no tiene ética no tiene cultura y ese supuestos buen empresario o gerente es un inculto que dice que no necesita ética.
Osea el que no aplica ética es un super ignorante.