Leía el otro día un artículo en la web del American Enterprise Institute sobre el papel de los padres en el éxito escolar de los hijos: definitivo, claro. Era a propósito del plan de dar facilidades para enviar a los niños a la escuela a partir de los 3 ó 4 años, porque está comprobado que los que empiezan antes tienen más éxito en las diversas etapas escolares. Pero la autora del artículo mostraba que lo importante no es la edad de comienzo, sino la actitud de los padres: padres motivados envían a sus hijos antes a la escuela, les hacen ir cada día, les siguen y ayudan… Ambas variables están correlacionadas, pero la importante es la actitud de los padres. En estudios empíricos llevados a cabo en Estados Unidos se siguió la trayectoria de niños de familias acomodadas y padres educados: unos pudieron entrar en programas de educación temprana y otros no, por falta de plazas. Al cabo de muy poco tiempo, los que no pudieron iniciar pronto sus estudios habían alcanzado el nivel de los otros.
Esto me llevaba a dos consideraciones. Una: es fácil echar la culpa del fracaso escolar a la falta de recursos de la familia, cuando el problema está más bien en la actitud de los padres. Claro que esa actitud está también correlacionada con el nivel económico de la familia: la falta de ingresos desemboca fácilmente en un ambiente en casa que no empuja a asistir a clase con regularidad y aprovechamiento.
Y esto me llevaba a la segunda consideración: ¿basta dar ingresos a la familia para que la actitud de los padres cambie, y se convierta en una ayuda al desarrollo humano y profesional de los hijos?
Y un corolario: ¿qué puede hacer un gobierno ante el patente fracaso escolar en un país como España? Lo que sabe hacer es dar dinero. Primero, a las escuelas y a los maestros. Luego, a las familias. Pero si lo importante es la actitud de los padres, bienvenido sea el dinero, pero no arreglaremos el problema.
Acabamos en el ámbito de la cultura social: dónde se aprenden las virtudes, dónde se genera el capital humano y social, dónde se aprende a convivir, a amar, a perdonar, a colaborar… Claro que esto no gusta a los políticos, porque no saben cómo hacer frente a este problema. Y así acabamos, otra vez, en la cultura de la familia.
Thanks For sharing this Wonderful Content Sir about this Great Content
Recuerdo a Polo diciendo que la prueba de que los hábitos no son biofísicos o neuronales ni nada parecido, es que genios y retrasados, o enanos y gigantes… TODOS! desarrollan el lenguaje a los 6-7 años y que eso se nota cuando toman su primera decisión, que por ser instantánea (y en esto decía que Nietszche fue en lo único que acertó) no puede ser física, pues todo lo físico viaja a la velocidad de la luz como límite insuperable