Tranquilícese el lector: no me ha entrado la vena filosófica, al menos no hasta el punto de arriesgarme, pobre economista, en los complejos mundos de la culpa. Pero he leído hace poco un artículo en la web del Institute for Family Studies de Estados Unidos que me ha hecho pensar sobre ese tema. El autor es un economista, Bryan Caplan, y el artículo se titula «¿Qué significa la secuencia del éxito?» (aquí, en inglés).
La secuencia del éxito es bien conocida en sociología y economía: si acabas tus estudios secundarios, entras en un trabajo a tiempo completo al acabar tus estudios y te casas antes de tener tu primer hijo, las probabilidades de una vida de éxito son mucho mayores que si se rompe esa secuencia en algún punto. Caplan hace notar que en un país desarrollado esa secuencia está al alcance de muchos, si no de todos.
Una conclusión que se puede sacar de lo anterior es que si alguien se salta esa secuencia, no tiene derecho a quejarse de que acabe en la droga, en el paro o en la depresión. De ahí se deriva el principio moral que subyace en esa secuencia: no tienes derecho a culpar a otros de tus fracasos, si tienes unos medios razonables para evitarlo. Sigue la secuencia del éxito, y no eches la culpa a los demás, o a la sociedad capitalista, burguesa, racista (añade los calificativos que quieras) que te rodea.
Claro que a veces es muy difícil seguir estudiando cuando todos los incentivos te llevan a dedicarte a otras cosas; o zascandilear entre diversiones sin luchar por conseguir un empleo, o disfrutar de la vida sexual sin haber montado antes una familia con posibilidades de éxito. Esto quiere decir, me parece, dos cosas: una, que tomar decisiones éticas importantes no es fácil, y dos, que la sociedad debe acudir en ayuda de los que cometen errores.
Pero Caplan deja claro un mensaje: cada persona es responsable de sus decisiones morales, y no tiene derecho a echar la culpa sobre las espaldas de otro. Pone un ejemplo que me parece claro: si tu mujer te engaña, no aceptarás que te diga: «Crecí en un hogar roto, no he tenido un ejemplo de conducta fiel en mi familia, o sea que la culpa no es mía». Las influencias sociales son relevantes, pero no sirven de excusa para las conductas no éticas.
Caplan distingue entre juicios morales y grandes teorías morales. Estas últimas miran la sociedad en su conjunto, e inspiran (bien o mal) las políticas sociales. Los juicios son personales. Claro que no se puede echar toda la culpa encima del agente: una sociedad individualista, egoísta, relativista e injusta tendrá una parte importante de culpa, y esto nos afecta a todos. Pero cada persona está obligada a hacer lo que esté de su parte.
Pero -y ahora entro en el terreno de la empresa, al que siempre quiero volver- si un empleado roba en la empresa, no puede echar la culpa al entorno social de ese empleado.
Creo que no se puede achacar toda la culpa al individuo. Sin bien en cierto que está en nuestras manos el poder de encarrillar nuestras vidas hacia un sentido u hacia otro, también es muy cierto que el entorno social y educativo influyen en larga parte sobre ello. Además creo que es muy importante también hacer diferencias entre las culturas y entornos sociales de los diferentes lugares: no es igual la cultura estadounidense que la española y el entorno social tampoco. Como tampoco son lo mismo las sociedades Aragonesas y Extremeñas por ejemplo.
Si uno no protege su intimidad, menos lo va a hacer la sociedad. Hay un libro de Sellés: Antropología de la intimidad que, uno de mis alumnos me comenta, se puede bajar gratis de la web