Samuel Gregg hace un interesante comentario de un nuevo libro de Michael A. Eisenberg, «The Tree of Life and Prosperity: 21st Century Business Principles from the Book of Genesis» (aquí). Eisenberg es un estudioso de la religión, además de un exitoso empresario. El comentario está centrado en la idea del trabajo, tal como aparece en el libro del Génesis. «El trabajo, nos dice el Génesis, es parte de lo que significa para los humanos ser imagen de Dios. Solo el hombre recibió el mandato del Creador del universo de dominar la tierra y, de este modo, reflejar la acción y la mente del mismo Creador». No es una simple fuente de recursos económicos.
«Principios, ética y moral no son meramente cuestiones de estilo de vida que se desarrollan en paralelo a las leyes de la economía; deben ser parte de sus fundamentos. El capitalismo es (…) probablemente una de las grandes fuentes de mejora de la historia humana. Pero Eisenberg insiste en que sin ese tipo de perspectiva moral revelada en la Torah, la economía puede hacer daño a la humanidad».
Eisenberg se refiere en particular a las teorías sobre la renta básica universal: los que la proponen explican que de este modo se provee de medios de vida para las personas, pero eso no es trabajo. «Es a través del trabajo como podemos ser responsables de nosotros mismos y de otros y entrar en un tipo de relaciones que la renta básica universal no puede conseguir».
Gregg añade otro comentario interesante sobre el libro que comentamos. Se refiere a la historia de José, hijo de Jacob, a quien sus hermanos vendieron como esclavo y que acabó siendo la mano derecha del faraón de Egipto. José descifra el sueño del faraón: tras siete años de abundantes cosechas, vendrán otros tantos de hambre. José se hace cargo de la gestión del problema, acumula provisiones durante los siete primeros años y las distribuye entre el pueblo (y otros vecinos) durante los años de vacas flacas. La conclusión que Eisenberg saca es que fue una medida bien intencionada: solucionó el problema, pero dejándolo en manos del Estado, de modo que la sociedad civil se convirtió en dependiente del Estado.
«El hedonismo y la codicia son siempre malos; la prosperidad que nace de la mente humana es valiosa, pero no garantiza resultados perfectos», como el caso de José muestra.
Parece Hispanoamérica hoy, pero no tenemos un José