Los pasados días 7 y 8 de marzo tuvo lugar en el IESE Business School un Congreso académico para recordar a Juan Antonio Pérez López, profesor de esa Escuela, también Director General de la misma, que falleció hace poco hizo 25 años. Fue un gran profesor, que desarrolló una magnífica teoría de la acción humana, inspirada en Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, de la que sacó una teoría de la decisión y de la organización, con un enfoque humanístico y enormemente sugerente. Algunas veces he hecho referencia a él en este blog; hoy recordaré algo que siempre me llamó la atención en él.
Cuando hablaba de la ética personal y de la empresa, distinguía los resultados aparentemente éticos de una decisión del contenido ético de la misma. Vemos una acción que nos parece justa y buena, como por ejemplo el cliente que vuelve al supermercado para devolver 5 euros que le han dado de más al devolverle el cambio de su compra, y decimos que es una acción honesta y justa. Y es muy probable que lo sea. Pero él identificaba la ética en el interior de la persona, no en el resultado visible de su acción. Porque quizás devolvió el dinero para recibir un elogio y quedar bien ante las personas que están allí, lo que resta contenido ético a su acción. La calidad moral de una acción depende de la calidad moral de la persona que la ejecuta; una acción justa es la que proviene de una persona que actúa con justicia. Bueno, probablemente actuará con varios motivos -sobre esto Juan Antonio tuvo desarrollos muy interesantes-, lo importante es la intención, el motivo dominante sobre todos los demás.
Por eso, cuando se preguntaba a Juan Antonio qué opinaba, por ejemplo, de la Responsabilidad Social de las Empresas, decía que lo importante no es el resultado externo -si la empresa obtiene buenos resultados en el cuidado del medioambiente, paga puntualmente a sus proveedores o lleva a cabo obras de filantropía o de voluntariado, sino la intención de sus autores. Una empresa socialmente responsable es la que cumple su función social, también en materia de sostenibilidad o medioambiente, pero lo hace atendiendo, sobre todo, a lo que él llamaba motivos trascendentes, es decir, cuando lo que inspira esas acciones es el deseo de atender a las necesidad reales -y subrayaba lo de reales, no deseos o caprichos-, porque atienden al desarrollo de la calidad moral de los demás: clientes, proveedores, etc.
Hay personas que dejan huella y son imprescindibles, como él lo fue. Pero dejó un legado importante que sus sucesores han sabido proteger, transmitir y aplicar.
Ojalá sea así durante muchos años.
Muchas gracias Profesor.
Muy acertada su apreciación profesor, comparto sus ideas, sin duda ese plano interno y externo que señala, es lo que nos diferencia a unos de otros, por ello, no podemos dejar de aplicarlo a cualquier actividad humana, incluso a la empresa, pues esta se encuentra dirigida por un ente material que evidentemente es el ser humano; no dejo de pensar en las enseñanzas de su maestro y sus inspiradores, esperemos que esa calidad prime en los corazones humanos, como en los niños prima su inocencia.