Si preguntamos a un directivo o empresario qué es la cultura de su empresa, obtendremos respuestas como «un sistema de creencias», «un mecanismo de coordinación», «una mano invisible», «cómo los empleados se relacionan entre sí», «un estándar de conducta en la organización», «normas sobre cómo tratar a la gente», «cómo trabaja realmente la empresa»… En definitiva, los ejecutivos piensan en la cultura como un guía para las acciones de los empleados: «lo que la gente hace cuando nadie la ve».
A esto habría que añadir que la cultura da unidad a las perspectivas de los empleados sobre lo que han de hacer para que la empresa siga adelante. La cultura viene a ser la parte informal de la organización, más allá de planes y políticas, de gobierno y de remuneración, de procedimientos y de estrategias.
La cultura empresarial tiene una función: simplificar y facilitar los procesos de recepción de información, comunicación, negociación, decisión y ejecución. Permite coordinar las decisiones, del mismo modo que lo hace, por ejemplo, la convención social sobre el sentido de circulación del tráfico. No hace falta que haya un reglamento detallado, o que el directivo tenga que dar una orden para que alguien lleve a cabo cualquier acción: la cultura permite tomar decisiones con autonomía, predecir mejor y más rápidamente las posturas de otras personas y llegar más fácilmente a acuerdos en las discusiones y negociaciones; refuerza los incentivos, y puede facilitar el control, sobre todo en situaciones complejas. En definitiva, la cultura hace que la organización sea más gobernable – o quizás menos gobernable, si se trata de una cultura nociva.
La cultura suele ser muy estable, pero no rígida, sino cambiante según las circunstancias y las necesidades. La cultura se refuerza -o se debilita- por la acción de las personas (los líderes, nuevos empleados, los inversores), los sistemas (la contraparte formal de la cultura) y los eventos (una fusión, por ejemplo, o la aparición de nuevas fuerzas en la sociedad).
Estimado Profesor.
Mi preocupación sobre este tema es cómo llega a generarse una cultura positiva. Me explico: se dan muchas veces casos de CEOs o dueños de empresas que no crean una cultura como tal, o peor aún, «venden» una cultura o filosofía pero cuando actúan ellos lo hacen de manera opuesta a la teórica.
No sé si es sólo el binomio normas establecidas y ejemplaridad desde la dirección. Entiendo que también debe existir vigilancia con positivismo, de cara a corregir aquellas conductas o actuaciones que contravengan la cultura deseada, pero con enfoque positivo de mejora, no con carácter punitivo a no ser que se detecte mala fe o dolo.
También cuando hay una ausencia de cultura se crea de facto una cultura por dicha ausencia, basada en la forma de proceder de aquellos que están al mando. Al menos eni opinión.
Le agradecería que ampliarse ese aspecto en un futuro post.
Muy agradecido por sus escritos y opiniones, le animo a seguir así.
Un saludo.