En una entrada anterior hice notar que es frecuente en las empresas el «todo vale», por ejemplo, a la hora de mentir para engañar a otra persona que tiene derecho a conocer la verdad. Pero hay otras actuaciones que dañan también a la confianza y tienen costes altos para las personas, las empresas y la misma sociedad. Por ejemplo, la maledicencia, la manifestación de defectos o faltas de las personas sin razón objetivamente necesaria para ello. O la calumnia, la falsedad que daña la reputación del otro. Esto puede darse, en muchas ocasiones, entre los directivos y los empleados de la organización.
Otras manifestaciones de «no todo vale» son los perjurios y falsas declaraciones. O el halago, la adulación y complacer a otros en actos que no son rectos. O el dar a conocer cosas que los demás no tienen derecho a conocer, porque forman parte de la vida privada de las personas. Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla; por tanto, cosas que se saben de las personas por razón de relaciones profesionales forman parte del secreto profesional, y no deben ser comunicadas a otros salvo en casos muy especiales, cuando se trata de evitar un daño mayor a otra persona o cuando lo exige una autoridad competente, por ejemplo, un juez. Eso de llegar a casa y comentar los errores y defectos de los colegas puede ser muy divertido, pero es una mala práctica.
Un buen directivo debe crear un clima de confianza en su organización, que fomente el repeto de unos con otros, especialmente de los subordinados con sus jefes. Un buen directivo debe ser muy respetuoso con las personas, y debe proteger a los que están bajo sus órdenes. Por tanto, debe ser veraz, y exigir la veracidad a las personas con las que se relaciona profesionalmente.
Justo el 3 de noviembre celebramos en Lima a San Martín de Porres, el mulato médico dominico. Cuentan que por obediencia, caia un obrero del andamio y lo detuvo en el aire para pedir permiso al rector del convento, porque le habían prohibido hacer milagros…
Era muy obediente y santo, ya se ve