Hace mucho tiempo leí en ethic un comentario breve, pero jugoso, sobre la tendencia que todos tenemos, cuando se presenta un problema ético en una empresa, a preguntar: «Y tú, ¿qué harías?». El comentario hacía notar que no es una pregunta apropiada, cuando se trata de un problema moral, porque la respuesta estará, probablemente, sesgada hacia mis intereses o preferencias, no hacia los criterios morales objetivos que se deben utilizar en ese caso. «El juicio moral, decía el comentario, requiere una cierta asepsia, una distancia con el objeto juzgado, una desposesión de intereses íntimos que puedan hacer que nos equivoquemos».
Lo que la gente proponga hacer no es siempre lo más adecuado, desde el punto de vista ético. La pregunta correcta debería ser: «¿Qué deberías hacer en este caso?», una pregunta normativa, no descriptiva: qué sería lo justo en ese caso, aunque no guste al que debe dar la respuesta.
Y, sin embargo, mi experiencia sobre el uso del método del caso durante muchos años es que la pregunta «y tú, ¿qué harías?» tiene sentido, cuando tú no eres un observador externo, sino el que tiene que tomar la decisión o, al menos, participar en la toma de la decisión. Porque tú conoces los detalles del caso, conoces a las personas implicadas, lo que es bueno o malo para ellos, las consecuencias que se pueden derivar de la decisión que se tome… La ética de la tercera persona no es suficiente.