Hace unos días, en un acto público sobre las virtudes, alguien preguntó si practicar las virtudes podía convertirse en un inconveniente para conseguir algo que se deseaba -en ese caso, ser un líder reconocido. Me recordó una frase de Iris Murdoch, que decía que la moralidad era «good for nothing», buena para nada. Las virtudes no sirven para ganar dinero, para conseguir contratos, para mejorar la reputación, para aumentar las ventas o para conseguir nuevos clientes. Bueno, dicho así me parece que esto necesita una aclaración.
Una persona virtuosa puede ganar dinero, aumentar las ventas y conseguir muchas ventajas. Lo mismo, probablemente, que una persona no virtuosa. La virtud sirve para ser mejor persona, no para obtener ventajas materiales. Claro que una buena persona, una persona virtuosa, puede trabajar con más interés y esfuerzo, como un servicio a los demás; puede cuidar más los detalles; puede ser más ordenada; puede poner más atención en las cosas que hace… y por ello puede ser más eficiente y obtener mejores resultados. Pero todo eso lo lleva a cabo porque quiere ser, porque está consiguiendo ser una mejor persona, no para obtener aquellas ventajas.
Una persona humilde será una mejor persona; seguramente escuchará más a los demás, no tratará de imponer sus puntos de vista contra los de los demás, aceptará sus propias limitaciones y luchará contra ellas, sabrá estar en su lugar… Quizás un poco de arrogancia puede venir bien para convencer a los demás de que yo tengo razón, y puede conseguir más ventas o unos clientes más leales… al menos a corto plazo. Pero esto ya lo sabemos. Por supuesto, la virtud nos moverá siempre a evitar ser corruptos, mentirosos, falsos, ladrones… y esto tiene inconvenientes para conseguir cosas.
Gracias Antonio por advertirnos que las virtudes no sirven para tener cosas sino tenerse a uno mismo, o sea para nada si uno se considera menos que las cosas que tiene