La definición tradicional de justicia dice que es «dar a cada uno lo suyo». Cuando alguien hace algo mal, la justicia exige que compense el daño causado, y como la sociedad ha sufrido ese daño, exige también una compensación social. Por eso la justicia humana lleva a los criminales a la cárcel, también para evitar que vuelvan a causar daño a los demás.
La llamada justicia restaurativa va más allá. Parte de la dignidad de la persona, de la víctima primero, pero también del criminal. Y trata de compensar el daño causado y facilitar la conversión del causante de ese daño, para que en el futuro las relaciones sean más justas. Sobre todo le interesa la transformación del que lesionó a otros.
En la empresa se producen también daños, causados por unas personas a otras (empleados, directivos, proveedores, clientes, vecinos…) o por la empresa como tal. A veces hay que tomar medidas correctivas, hasta llegar al despido. La justicia restaurativa no excluye esas medidas, pero trata de abrir un diálogo, que no tiene por qué ser multitudinario, para discernir el daño causado, cómo corregirlo, cómo compensar a los perjudicados y, sobre todo, cómo ayudar al causante del daño a que entienda su responsabilidad, se arrepienta y compense a los perjudicados, y también para que estos lleguen a perdonar a aquellos y se llegue a relaciones más humanas.
Esto no tiene por qué ser obligatorio, claro, y el modo de llevarlo a cabo dependerá mucho de las circunstancias y de las personas. Pero vale la pena que los directivos y los empleados piensen sobre esa justicia y traten de aplicarla.