Está de moda redactar el propósito de la empresa, pero me parece que, a menudo, esa tarea se convierte más bien en un acto de comunicación o aun de publicidad, no siempre relacionado con lo que la empresa desea hacer en la sociedad. Porque el propósito debe estar relacionado con la sociedad, a la que hemos de contar qué queremos hacer y por qué lo que queremos hacer es bueno para la sociedad.
Por eso el propósito debe estar muy relacionado con el negocio, lo que la empresa hace: producir bienes y servicios útiles para la sociedad, dar empleo, proporcionar rentabilidad a los propietarios del capital, prestar un servicio que la sociedad valore (y, porque lo valora, está dispuesta a pagar lo suficiente como para que se genere un beneficio para la empresa). No basta promover la sostenibilidad.
El propósito debe enunciarse con claridad y no ser demasiado largo. Debe inspirar al que lo lea lo bueno que la empresa quiere hacer a la sociedad y, por tanto, lo que van a hacer sus propietarios, directivos, empleados y otros colaboradores. Ha de ser alcanzable, creíble, no utópico. Y medible, porque la empresa debe dar cuenta periódicamente de lo que está haciendo para cumplir su propósito.
Es probable que sea bueno tener un propósito con dos vertientes. Una, dirigida al exterior, a los clientes, proveedores, distribuidores, autoridades y a la sociedad: esto es lo que los de dentro de la casa van a tener que hacer para que el propósito se haga realidad. Y otra, de cara a los de dentro de la casa, para que sepan qué van a recibir cuando se esfuercen por conseguir el propósito externo -aunque es probable que este segundo propósito no se publique de cara al exterior.
Aprovecho este mensaje para desear a todos mis lectores una feliz Navidad, llena de paz y alegría. Porque el origen de esta fiesta está precisamente en el nacimiento de un Niño que es Dios y que, como cantaron los ángeles aquella noche, vino a traer la paz a las persons de buena voluntad.