En una entrada anterior mencionaba una frase de Alex Edmans, en un artículo de 2022, en que afirmaba que la ESG es extremadamente importante y nada especial. ¿Qué quería decir con lo de «nada especial»?
Pues que las variables incluidas en las dimensiones medioambientales, sociales y de gobernanza de las empresas no son sino algunas de las variables relevantes para el proceso de creación de valor económico, social y ético de las empresas a largo plazo. Hay muchas variables relevantes en ese proceso, y solo algunas de ellas figuran en la ESG, y no son necesariamente las más importantes. Otra cosa es que se hayan puesto de moda ahora, y sean objeto de especial trato, pero esto no significa que merezcan un trato especial.
En definitiva, los factores ESG forman parte de los intangibles que la empresa debe cuidar, desde su reputación ante la sociedad (que ahora reclama, por ejemplo, un cuidado especial del medioambiente) hasta la integración de su equipo humano o la dedicación de los que la gobiernan. Cuando se adopta el punto de vista del largo plazo en la gestión de las empresas, las variables ESG pasan a ser unas más de las muchas relevantes en cada caso -lo que también implica el carácter relativo de la ESG, de acuerdo con las condiciones especiales en que se encuentra en cada momento.
Esto implica, por ejemplo, que si las métricas empleadas en ESG son relevantes, también lo deben ser las de esos otros intangibles. Como ya he explicado en otras ocasiones, los factores ESG son los que la sociedad reclama como importantes ahora, pero esto no quiere decir que otros factores no lo sean, también ahora y de cara al futuro. ESG es una forma de decir a las empresas qué es social y moralmente relevante en su gestión desde el punto de la vista de la sociedad, sin que esto sea lo más importante.