Es frecuente leer que la medición de los factores ESG, medioambientales, sociales y de gobernanza, es imprecisa. Y es verdad, porque lo que se quiere medir admite, habitualmente, diferentes valoraciones y clasificaciones. Esto no es exclusivo de esas variables, sino que se da en otros muchos ámbitos de la empresa. Por ejemplo, ¿están los empleados identificados con ella y con su misión? Podemos tener un número, que sea la respuesta en una encuesta dirigida al personal, pero esto no garantiza que este sea «el» número adecuado. Hay, claro, otros factores relevantes en esta cuestión; por ejemplo, el hecho de que las métricas las puede manipular la empresa. O dependen del criterio de unos asesores.
Y lo mismo puede decirse de los rankings que elaboran empresas especializadas: son opiniones, no hechos. Y no nos debe extrañar que varios expertos presenten rankings notablemente diferentes, y eso sin invocar la influencia de otros intereses en su trabajo.
Pero, además, una diferencia de opiniones puede ser interesante para entender el caso, porque dos rankings distintos pueden estar fijándose en aspectos distintos, del mismo modo que dos asesores financieros pueden estar recomendando cosas distintas sobre unas acciones: mientros uno dice «vender», otro dice «comprar», porque quizás se están fijando en aspectos distintos, ambos relevantes. Y el mundo cambia, de modo que la visión de las cosas puede cambiar también.
Las métricas hablan del pasado, cuando lo relevante es el futuro. El pasado es importante cuando nos ofrece expectativas interesantes sobre el futuro. Y las ESG son relevantes para el futuro.
Como siempre he dicho profesor (glosando a Polo), la vida como todo lo que es físico, es sincrónica. Pero se miden números como si fueran muy reveladores. Sin embargo, la sincronía requiere de funciones como el espacio-tiempo por poner un ejemplo. La economía-tiempo es otro espacio y la contaminación-tiempo tanto como la corrupción-tiempo son fasores temporales en ciclos dispares que hay que saber sincronizar para evitar la muerte. El cuerpo lo hace a través del sistema nervioso: señales magnetoeléctricas, y hay que saber medir en estos espacios. Suerte que todo eso lo ha escrito nuestro amigo Polo. Los números puros no sirven para nada