El lector pensará que he tomado manía a las escuelas. Y no es verdad: me parece un tema tan importante, que no me gustaría que desperdiciásemos recursos en este campo, o perdamos oportunidades. ¡Nos jugamos demasiado!
Hoy quiero llamar la atención sobre un ártículo reciente del The Economist titulado «The great schools revolution» (aqui, en inglés). Recojo aquí algunas de sus ideas:
- La insuficiencia del gasto en educación no es la causa de la decadencia de Occidente en este campo. Hay muchas pruebas de que gastar más no es la solución. «Andreas Schleicher, dice el artículo, citando a un experto, jefe de análisis de PISA, el Programme for International Student Assessment de la OCDE, piensa que sólo alrededor del 10% de la variación en los resultados de los alumnos tiene algo que ver con el dinero», probablemente después de que se llegue a un nivel mínimo de gasto, que en nuestro país superamos hace ya mucho tiempo. Y parece claro: no está claro que subiendo el sueldo de los maestros (por debajo de un mínimo, insisto) o añadiendo adornos a las aulas, mejoremos el rendimiento de los estudiantes.
- La descentralización es un importante factor de éxito: pasar el poder a las escuelas. Claro que esto no gusta a las autoridades autonómicas, ni a los maestros. Pero el mensaje es claro, dice el artículo.
- Centrar la atención en los alumnos que obtienen peores resultados.
- Facilitar la existencia de escuelas diversas, con diferentes opciones, y dar libertad a los padres para elegir. Otra vez, algo que no gusta a autoridades y docentes. No es garantía de éxito, pero claramente lo facilita. La clave es la libertad para encontrar qué es lo mejor.
- Dignificar la profesión de maestro, para lo cual hay que empezar prestando más atención a su calidad.