Responsabilidad social en piloto autómatico

Leo en Diario Responsable un comentario de Rosa Alonso sobre las quejas aparecidas en las redes sociales sobre el programa La Noria, y la reacción de Campofrío retirando su publicidad de ese programa (ver comentario aquí). Me alegra, porque eso es, en definitiva, lo que esperamos de una empresa ética: que, cuando ha hecho algo mal, pida perdón y rectifique. 

Rosa Alonso saca también otra moraleja: que todos podemos poner en marcha ese proceso, aunque nos parezca que no tenemos poder, que somos muy pequeños, que nadie nos hace caso,… Es también una manifestación de que todos tenemos muchas responsabilidades, y que debemos ejercerlas, cada uno según nuestras posibilidades.

Yo quería sacar aún otra conclusión, que justifica el título que he dado a este post. Supongo que los directivos de Campofrío tienen muchas cosas que hacer, y poco tiempo para seguir los programas en que aparecen los anuncios de sus productos. Es lógico, pues, que se les pasen por alto los errores de sus decisiones. Si nos fijamos en la ética de los actos aislados, el anunciante tiene que estudiar, caso por caso, los anuncios que va a poner, preguntándose si el contenido es correcto y veraz, si el medio es el adecuado, también desde el punto de vista moral, etc. Y luego tiene que seguir sus anuncios, para corregir su decisión, si llega a la conclusión de que fue equivocada. Pero todo esto da demasiado trabajo.

De ahí lo del «piloto autómatico»: una empresa responsable debe establecer unos criterios claros sobre contenidos y medios de su publicidad, difundirlos dentro de la empresa, comunicarlos a su agencia y hacerlos cumplir. O sea, debe hacer los deberes bien hechos el primer día. Esto le ahorrará mucho trabajo en las decisiones futuras. Pero, claro, no garantiza que no haya errores, como el del anuncio que aquí nos ocupa. Pues bien, cuando descubra un error, rectificará su decisión y, muy importante, comprobará si las reglas que estableció deben ser corregidas también. Esto le ahorrará muchos quebraderos de cabeza. ¡Ah!, y no debe dejarse seducir por el argumento de que lo vamos a hacer de otra manera, incumpliendo las reglas que establecimos, «solo por esta vez».