Tuve ocasión de hablar hace unos días con Ramón Vila, Director de la Fundació PIMEC Acció Social, la fundación de la patronal de la pequeña y mediana empresa catalana, y me contó el Programa de ayuda personal al pequeño empresario y al autónomo. Me pareció una idea excelente, entre otras razones porque, como me explicó, crear y dirigir una empresa pequeña no es fácil: nunca, pero menos aún en una época de crisis. De modo que muchas empresas fracasan, y sus propietarios y directivos se quedan en el paro, a menudo sin una protección suficiente. Y esto presenta problemas. Unos son comunes a todo parado: la pérdida de ingresos, el estrés emocional y psicológico, la pérdida de autoconfianza, las dificultades familiares… Otros son específicos, como la destrucción del tejido empresarial del país, que es algo inevitable, algo necesario y aun bueno, pero con un coste: la pérdida de capital humano del emprendedor (que es un capital muy especial) o la pérdida de sus conocimientos de producto, mercado y clientes.
El Programa que la Fundación está llevando a cabo consiste en el acompañamiento y ayuda al pequeño empresario que se queda en la calle: orientación y asesoramiento especializado, atención personal, y desarrollo de una plataforma de organizaciones y recursos específicos para que esas personas puedan volver a una actividad, como empresarios o como empleados por cuenta ajena, de modo que se pueda retener su capacidad emprendedora y su talento. Claro que hay muchas iniciativas de este tipo –la Fundación lleva a cabo ese proyecto en colaboración con el programa Incorpora de la Obra Social de «la Caixa»–, pero este me pareció particularmente interesante, por varias razones. Una: la Fundación hace lo que sabe y lo que es su «core business»: el servicio a las empresas pequeñas y medianas y a los autónomos (la responsabilidad social debe estar centrada ahí, no en la acción social o la filantropía). Otra: su tarea principal no es dar dinero, sino animar, empujar y ayudar a los interesados a que solucionen sus problemas –es más útil enseñar a pescar a un hambriento que darle un pescado. Y otra: cuenta con la colaboración de otras personas e instituciones, que ejercen también, de ese modo, su responsabilidad social. Porque un directivo o empresario sabe eso: dirigir, organizar, conducir personas, y eso lo puede hacer en su negocio o, como en este caso, echando una mano a otros.
Al acabar nuestra conversación, le pregunté a Ramón Vila si la Fundación lo concebía como un proyecto transitorio, para una época de crisis, o como algo de más larga duración. Me dijo que esto tenían que verlo sobre la marcha, conforme pasase el tiempo y se acumulasen experiencias y resultados. Me da la impresión de que el programa cambiará, como es lógico, cuando la crisis se mitigue, pero siempre hará falta esa tarea de ayuda de una patronal de empresarios a los propios empresarios, para que lleven a cabo su función social. Que, no lo olvidemos, es muy importante: recuerden lo que ya he dicho otras veces de que serán ellos, no los gobernantes, los que nos sacarán de la crisis.
El autonomo y pequeño empresario es el gran olvidado es esta crisis. No es simplemente alguien que se queda sin trabajo y con problemas economicos sino que muchas veces pierde un patrimonio acumulado en muchos años de trabajo y aun peor, el proyecto de toda una vida.
La adaptacion a la situacion de paro es muy traumatica y se desaprovecha a personas con capacidad emprendedora y experiencia empresarial demostrada. Hacen falta mas iniciativas como la de la Fundación Pimec