El futuro de la Unión Europea (UE) sigue siendo objeto de grandes debates, entre los que consideran que es un error, que no puede sobrevivir (porque, como decía un famoso torero español de hace muchos años, «lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible»), y los que sostienen que, con pequeños pasos y mucha paciencia, acabará saliendo adelante. No pienso entrar ahora en ese debate, pero sí mencionar una entrada en un blog que me ha llamado la atención, porque ayuda a enfocarlo.
Viene de un filósofo de la London School of Economics, Simon Glendinning (ver aquí la entrada, en inglés). Después de una excursión a la historia de la filosofía europea, Glendinning clasifica las posturas sobre qué debería ser la UE en tres grupos: los dogmáticos, los escépticos y los experimentadores.
Los dogmáticos «son aquellos que entienden ‘una unión cada vez más cerrada’ en Europa como un movimiento hacia la eliminación radical del ‘conflicto y la tragedia’ mediante la aproximación de la sociedad europea a una forma ideal de vida social para todo la humanidad«: la fusión de todos los estados en uno solo, la unión política sin limitaciones.
Los escépticos piensan que esa unión es imposible, porque la fuerza subjetiva capaz de empujar el proyecto no existe, ya que «la subjetividad que nos interesa reside primariamente en el hecho de que la gente está radicada en naciones, y no se ven perspectivas ni ventajas en tratar de forjar una unión política».
Los experimentadores comparten con los escépticos la resistencia a los dogmáticos, pero, a diferencia de estos últimos afirman que «lo que necesitamos para movernos hacia adelante es una Europa que se mantenga inconmovible en favor del ideal de que cada uno pueda elegir sus propios fines (incluyendo toda suerte de fines colectivos a diferentes niveles); una condición en la que la gente se sienta cada vez más como los autores de sus propias vidas, más que como sujetos a los ideales dogmáticos de un único fin para todos» (la traducción la hago, como siempre, con bastante libertad).
Obviamente, Glendinning se apunta al bando de los experimentadores. Comparto su posición, porque desconfío de una Europa diseñada por alguien: en los asuntos humanos el ideal no existe, y aunque uno se adhiera a un ideal sobrenatural, ha de reconocer que la puesta en práctica de ese ideal no puede ser única. «Cultivando esta condición de ‘armonía sin armonización’ en Europa es, probablemente, lo más cerca que podemos estar de la idea de ‘unidad en la diversidad’ que el proyecto europeo ha puesto siempre al frente de su movimiento hacia ‘una unión cada vez más próxima de los pueblos [en plural] de Europa».
Sobre ese punto mucho que pensar, así distintos puntos de vista, la verdad podemos ser objetivos pero desde nuestros intereses
Me apunto a la europa experimental !!
También las ciencias sociales necesitan experimentar para progresar, y como decía Einstein «No fracasas hasta que dejas de intentarlo».
Aun no sabemos el final de lo que estamos contruyendo, pero dejar de hacerlo sería el mayor fracaso.
Saludos y gracias por el blog.
Javier del Agua
¿No se confunde aquí unidad con uniformidad?
Lo dogmático (y empobrecedor) es «uniformar».
Y si los experimentadores afirman que solo es posible «una Europa que se mantenga inconmovible en favor del ideal de que cada uno pueda elegir sus propios fines» ¿no son ellos mismos también dogmáticos?
La puesta en práctica de un ideal ciertamente puede no ser única, pero una Europa sin ideales firmes y sólidos es una Europa para nada… Y para eso «mejor cada uno en su casa»…