No lo digo yo, lo dice Daron Acemoglu en Project Syndicate (aqui). Bueno, lo dicen muchos a los que les preocupa que las empresas asuman una responsabilidad social (RS) respondiendo a las demandas de la sociedad, de los stakeholders o de los gobiernos.
La razón que dan es que, cuando el objetivo de la empresa era la maximización del beneficio, los CEOs tenían una meta concreta que conseguir y se les podía evaluar por sus resultados (bueno, no es tan fácil). Mientras que la multiplicación de los objetivos (rentabilidad más sostenibilidad, cambio climático, solución a la desigualdad, creación de empleo, responder a las demandas de todos sus stakeholders…) se presta a que promuevan «su» propia responsabilidad social, que puede ser un proyecto político (no se olvide que los gobiernos tienen mucho interés en que las empresas secunden sus objetivos políticos), su prestigio personal, disfrutar de una vida más cómoda, tener compensaciones variadas, incluyendo ayudar a las onegés de sus amigos… Algo de esto puede estar ocurriendo cuando, precisamente en los sectores en que la presión del sector público es más alta, la preocupación por la imagen de los CEOs del sector privado o semipúblico les lleve a intensificar su protagonismo en las actividades de RS.
Acemoglu hace algunas recomendaciones al respecto, como intensificar el control público (¡) del cumplimiento de los objetivos de RS de las empresas, reducir el margen de libertad que tienen los altos directivos a la hora de elegir sus actividades de RS, establecer líneas rojas claras en la legislación, o desarrollar la presencia de la sociedad civil en las empresas y en sus órganos de gobierno.
El problema con el que nos enfrentamos no es nuevo. Se da siempre que alguien tiene un margen de libertad en la ejecución de una política: si es un ejecutivo honrado y moral, cuidará de usar esa libertad de la mejor manera posible; si no lo es, pediremos controles y regulaciones, que acaban complicando los procesos y elevando los costes. Si la Responsabilidad social es, según la definición de la Comision Europea que tanto me gusta, «la responsabilidad de la empresa por sus impactos en la sociedad», hemos de confiar y promover el sentido de responsabilidad de los directivos. Bien están los controles, pero siempre como una alternativa peor y más cara.
Antonio: es que para la sociedad lo que importa es que la organización de sus empresas no genere desorden, es decir, entropía. Y es que ese indicador es una magnitud que rige la vida de los seres vivos. Vivimos, o mejor dicho, sobreviviremos siempre y cuando la entropía de la energía que sale de la tierra -después de ser procesada por la sociedad- no sea mayor a la entropía que saldría de modo “natural” (si no hubiera procesamiento técnico). Caso contrario, si fuera mayor, la contaminación impediría sana subsistencia: comida, crecimiento, reproducción. Este hecho está por encima de todos los demás. Y no se sabe medir porque, para empezar, es un número imaginario, que todos detestan usar por su indeseablemente incapacidad para entender estos números. Todas las demás capacidades directivas son de ese orden. Y no sigo para no hacerme enemigo de nadie como siempre me ha pasado por ser honesto al decir lo que creo correcto decir